LORENZO ABREGO labrego@prensa.com
La huida final está cerca. Cuando faltan apenas 60 días para recobrar el tesoro de su vida, la libertad, José María Infansón, alias
Media Luna, se muestra tranquilo, aunque maltratado por el tiempo.
Mantiene una actitud conversadora y confiesa que lo primero que hará cuando ponga el pie fuera de La Joyita, el próximo 15 de febrero, es comenzar de cero. Un reto nada fácil para un hombre que tiene fama de bandido, y que tendrá que demostrar con hechos que la soledad de la cárcel y la rudeza de los barrotes lo han cambiado. ¡Ya basta!, no vengo más a la cárcel, ni muerto, confesó un convencido Media Luna, que se dispone a darle la cara a la vida para dejar atrás su pasado.
Con esposas en los pies y en las manos y custodiado por dos agentes policiales, Media Luna llegó al recinto estipulado en La Joyita para conversar de la vida y de su anhelada libertad. Con una barba larga al estilo árabe, pelo alto y con el cuerpo encorvado, como si el tiempo lo estuviera doblegando, José María Infansón dejó clara su filosofía: hay que ser uno mismo.
De lo primero que habló fue de su salida de la cárcel. Dejó claro que el 15 de febrero del 2002 abandona la celda 3 del pabellón 7 de La Joyita donde ha estado por casi cinco años. Estoy consciente de que el tiempo no se recupera; hay que aprovechar el que viene y por eso estoy planificando, programándome para cuando salga. Quiero estar unido, muy unido a mi familia, adelantó Media Luna.
Ya no puedo pensar solo en mí, ahora tengo que pensar en mis dos hijas, y realmente quiero para ellas lo mejor. Quiero que tengan una buena educación, yo solo llegué a quinto grado, relató, mientras aprovechó para sacar de su cartera las dos fotografías de sus niñas de ocho y cinco años de edad, que mostró con orgullo.
Solo hace unos días Media Luna intentó adelantar su salida del penal. Le envió una carta a la mandataria de la República, Mireya Moscoso, para que le concediera libertad condicional. La razón: soy un reo condenado, he cumplido las dos terceras partes de mi pena, mantengo buena conducta. Tengo derecho a esa medida porque la ley no hace excepción de personas y la misma no puede ser selectiva, explicó Infansón con dotes de abogado, lo que quiso ser desde niño.
Pero eso es un imposible, se contestó él mismo. Media Luna está consciente de que tendrá que cumplir hasta el último minuto de su condena en la prisión.
Aunque no se avergüenza de su fama de tío conejo, lamentó que se elaboren historietas y mofas para convertirlo en un monstruo. No soy un monstruo que me como a la gente cruda, respondió Media Luna, mientras movía sus ojos de un lado para otro.
Además, aprovechó la ocasión para aclarar que no tiene fortuna. Si tuviera dinero no estuviera aquí. La gente es muy creativa, muy imaginativa, agregó.
A pesar de que confesó que no siente rencor por nadie, Infansón se quejó de la indiferencia de la sociedad. Nadie ayuda a nadie, cuestionó.
Cometí muchos errores
Hay personas a quienes les debo más que una disculpa, porque mis errores incluyendo el mundo de la droga han afectado a muchos, pero es de hombre errar, comentó.
Voy a salir con la mirada hacia arriba y la frente en alto; el pasado quedó atrás, ahora he evolucionado y no puedo retroceder, dijo mientras recordó que está vivo por la misericordia de Dios. Por nadie más, añadió.
Infansón se evadió en 1996 de la antigua cárcel de Naos y fue recapturado en diciembre de ese mismo año por la Policía. Durante la acción policial murieron sus compinches, Mono Loco y El Cuervo.
Ahora que solo recuerda ese mal momento y el reloj comienza a marcar a su favor, Media Luna sostiene que vive los momentos de mayor presión en la cárcel, son los últimos días y hay que tener paciencia.
Y, ¿cómo vas a vencer las dudas de las personas hacia ti ahora que sales? Realmente, las dudas siempre van a existir, eso está ahí, no lo puedo borrar, sino que tengo que demostrarme a mí mismo que evolucioné, para no volver atrás, concluyó Media Luna. Después del 15 de febrero del 2002, Infansón tendrá otra oportunidad de hablar, esta vez, con hechos.
