Dale que dale chiricano...., recuerda que sientes tú lo mismo que siento yo, comemos las mismas vainas, arroz, carne con guandú...dale que dale.
Todo aquel que pase de cuarenta, seguramente recordará a un muy joven Rubén Blades que, con su guitarra, hizo popular el estribillo de un comercial de televisión que incitaba a tomar cerveza Balboa, allá por los años setenta.
Y a pesar del evidente guiño nacionalista, la exitosa campaña publicitaria no fue ideada por un panameño de nacimiento, aunque sí por adopción.
Se trata de Juan Carlos Marcos que, estando en la cresta de la ola del mundo de la publicidad panameña, decidió dejarlo todo para dedicarse por completo a su verdadera pasión: la pintura.
Como pintor había llegado a Panamá en 1965, por invitación de Dutary y Trujillo, a quienes había conocido en Madrid; y como pintor acaba de estar unos días aquí, en el lugar donde dice tener sus verdaderos afectos.
No en vano, este argentino trotamundos y practicante de mil oficios, vivió en Panamá durante veinte años y varios amores.
En 1989, presagiando una guerra civil, decidió partir. Vive con su tercera esposa y varios perros en las afueras de Roma, dedicado totalmente a la pintura.
Su producción artística del último año fue expuesta una sola noche en la Galería Mateo Sariel, para que la vieran sus amigos y fieles seguidores.
"No es una exposición, sino una colgada", explicaron algunos de sus amigos reunidos en torno a una obra cargada de humor y maestría.
Marcos, que dibuja desde niño, y que a los 12 años se inició en el uso del óleo por un error de una tía que le regaló ese material en vez de la típica témpera con que juegan todos los niños, define su obra actual como una búsqueda.
Dice haber emprendido un camino regresivo para perfeccionar la técnica tradicional pues, según afirma con humildad, me di cuenta de que mi técnica tradicional es tremendamente deficiente.
Por ello, ha decidido ejercitarse sin descanso en una fase que ha denominado de gimnasia, en preparación de la batalla real.
Este argentino-panameño, apasionado sin límte por la vida, opina con humor, cinismo y crudeza, que la producción artística actual ha caído en lo ridículo, ya que existe una presión mediática por llamar la atención y provocar a ultranza.
Afirma rotundo también que hoy, las más importantes exhibiciones internacionales -como la Bienal de Venecia- se han convertido en muestras del arte oficial. Los pabellones de los países muestran las obras seleccionadas por los ministros de cultura y otros burócratas, y lo que allí se ve da pena.
Define el arte de hoy como un manipuleo entre el negocio y el dominio de gente que nada tiene que ver con el arte. Hay unos señores que se llaman críticos, y como tienen el control de los medios, imponen criterios a toda la sociedad.
Así, alejado de la tiranía mediática, considera que su arte es hoy marginal, y solo expone y vende en Panamá.
Paradójicamente, pues habiendo tenido tanto éxito en el mundo de la publicidad, no ha sabido -o no ha querido- venderse a sí mismo. Con rotundidad afirma, hoy, los cretinos controlan los botones.
Por eso, como cuando organizó de niño una huelga de rezo durante su paso por un internado de curas en su Buenos Aires, Juan Carlos Marcos mantiene hoy la misma rebeldía e insatisfacción que ha sido el motor de su vida.

