En el artículo "Tentaciones vencidas" que escribí hace unos años planteaba en serio y en broma la audacia, la falta de respeto, el descaro de los que aspiran a cargos de elección sin contar con los méritos, los conocimientos, las cualidades, y a veces sin calidad moral. Decía bromeando que personas bien intencionadas, pero tremendamente despistadas, me pidieron que aceptara la presidencia de la Sociedad Defensora de los Murciélagos; que con buenos argumentos rechacé tan alto honor a pesar de que me aseguraron que la tarea sería fácil: inaugurar el mercado del murciélago, firmar algún convenio internacional sobre protección de los feos animalitos, leer la alocución en el Día Internacional del Murciélago y realizar alguna que otra actividad sobre los amigos del Conde Drácula.
Que en otra ocasión un grupo de señoras, desesperadas por falta de candidatas, me invitó a presidir la Asociación de Taquígrafas Zurdas, que rechacé teniendo en cuenta que no calificaba para el cargo pues además de ser diestra, nunca aprendí taquigrafía. Otra oferta presidencial que decliné me llegó de parte de los amigos de La Cuadratura del Círculo, un grupo de lo más interesante que soñaba con "pajaritos preñados". Para tranquilidad mía nunca más me han invitado a presidir nada. Si bien a ningún partido se le ha ocurrido la descabellada idea de ofrecerme la Presidencia de la República, el sentido común, que conservo en buen estado, me hubiera impedido cometer la osadía de aceptar semejante responsabilidad.
Los partidos políticos, con los que necesariamente deben funcionar los sistemas democráticos, tienen la responsabilidad de seleccionar los mejores candidatos para la presidencia y otros cargos; y, sacar de las listas, como bruscas o "churú", a los que no califican por las razones que sean. Los dirigentes de los partidos saben perfectamente cuáles son los atributos que deberían tener los que aspiran a la presidencia: inteligencia (muy importante, la inteligencia emocional); capacidad para trazar planes realizables y para ejecutar; buen discernimiento para escoger sus colaboradores; disposición para ejercer la autoridad que la ley les concede; conocimiento de la realidad del país. Y muy importante: que mantenga comunicación con el pueblo, y que no se encierre en burbujas de auto complacencia.
¿Será sueño de opio pedirles honestidad? Gran desgracia para un pueblo es poner su futuro en manos de quien carece de estos atributos. Y es censurable que sean los partidos políticos los que nos llevan al despeñadero con candidaturas a las que "se les ven las costuras" por todos lados; porque importan más las porciones del pastel y la protección de sus intereses particulares. Y para lograrlo, suman, restan, multiplican y dividen para ver, no quién es el mejor, sino quién conviene más a las cúpulas de poder. Así, vemos que ya han empezado a aparecer candidatos (a todo), algunos moralmente repudiables; otros, sobre los que uno se pregunta: "¿Bueno, y éste, a santo de qué, de dónde salió?"; hay otros, tan añejos, que ya están necesitando que los guarden con bolitas de alcanfor. Y está bien que aspiren a los cargos. Pero un partido que se respete debería esmerarse en presentarnos un buen menú para las elecciones de 2009.
Ver a un precandidato presidencial palmoteándose abrazos con Carlos (Tito) Afú, el de los afudólares del soborno Cemis, fue un golpe duro a la poquita fe que me queda; pero ¡ah!, Afú "arrastra votos" y es lo que importa. Y qué del candidato presidencial que se regocija por el retorno del descarriado, el que no asiste a la asamblea a cumplir con sus deberes como diputado porque prefiere ser bodeguero de barrio, el diputado Sergio Gálvez. ¿Buscarán la reelección los "intocables" diputados investigados por delitos serios cuyos casos están en la Corte Suprema de Justicia, lugar donde toca puerto la nave del olvido a la que le canta José-José? ¿Los que aprobaron la ley que abre la puerta de escape a los involucrados en estafas millonarias (Adelag, Fotokina y otras)? ¿Los que en la asamblea no dicen ni mu, ni han aportado nada? No lo dudo. La campaña publicitaria nos embota los sentidos y vamos a las urnas, al degüelle electoral, como mansos corderos.
Sor Juana Inés de la Cruz, en sus Redondillas, condena que el hombre critique y acuse a la mujer de lo que él mismo propicia (la liviandad, el sexo por dinero…) y dice: "Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón/sin ver que sois la ocasión/de lo mismo que culpáis". Las Redondillas de Sor Juana bien pueden aplicarse a los que propician el delito, la liviandad, la prostitución del voto, los negociados turbios, y luego, hipócritamente, critican lo que ellos mismos promueven. Alguien dijo, y se repite como verdad, que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Lo que tenemos (y hemos tenido), lo escogimos nosotros. Y varias veces nos hemos equivocado; hemos elegido políticos mediocres, huecos, blandengues, y hasta a algunos que nos han abochornado nacional e internacionalmente. Otros continúan, gracias a nuestra pobreza de criterio y falta de cultura política, en las listas de aspirantes a puestos de elección popular. Dijo el escritor suizo, Louis Dumur, que, "La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos". ¿Habrá, en esta ronda, quien logre probar que el señor Dumur estaba equivocado?
