Parece más rutina, que leer el diario en las mañanas, que el gobierno actual promueva diálogos después de que ocurren las protestas y levantamientos en las calles. El estilo de gobierno de Cambio Democrático y de su presidente actual, quien por una mala jugada del destino también es Presidente de la República, ha quedado demostrado que es la confrontación y no el diálogo.
No existe o, por lo menos, no parece que existiera entre los estamentos del Estado ninguna persona con el más mínimo conocimiento de lo que es mediación o negociación; esperan sin frío ni calor que el país se levante en protestas, esperan a ver si se cansan de protestar, para luego solicitar mesas de diálogo o conversaciones o nombrar comisiones de alto nivel que estudien el caso.
No comprendo para qué organizan tantas mesas y comisiones, si ya quedó establecido en palabras del propio ministro de Seguridad, hace varios meses, que ellos no estaban en el puesto para cogobernar con la sociedad civil.
Bien lo dije en otro escrito, no es lo mismo mandar que gobernar y el actual Presidente de la República tiene un pequeño problema, que no ha aprendido a gobernar, solo a mandar, obligando a todos a cumplir sus caprichos.
Gracias a Dios que yo no soy extranjero, soy muy panameño y a mí no me pueden deportar, extraditar u obligar a repatriarme por no compartir los métodos abusivos con los que este gobierno quiere imponer sus deseos.
El panameño, en general, detesta las protestas y los cierres de calle, pero a los encargados actuales de administrar el país parece que les gusta ver hasta dónde estira la paciencia de los panameños y si aguantan que les sigan metiendo goles por medio de la Asamblea Nacional.
Hay métodos democráticos para protestar y aplaudo a aquellos que los usan, pero cuando las más mínimas normas de convivencia pacífica se rompen, a las personas que se sienten vulneradas no les queda otra opción que recurrir a la fuerza, tal como termina haciendo la Policía Nacional cuando el diálogo no avanza o se rompe durante una protesta.
Es por ello que el Gobierno y, muy particularmente, Ricardo Martinelli Berrocal, presidente de la República de Panamá, debe aprender a mediar en los conflictos y debe enseñar a su equipo de gobierno que hay otros métodos alternos de resolución, aparte de la confrontación.
