FILOSOFÍA

El búho de Minerva y su extinción en Panamá

El búho de Minerva es quizás la alegoría más usada para especificar el papel de la filosofía en las distintas épocas. Esta figura metafórica fue usada por Hegel –el más representativo del idealismo alemán– como una forma de simbolizar el papel que le corresponde al filósofo cuando se hace cargo de la realidad.

No resulta extraño que en esta línea Marx en la décima tesis sobre Feuerbach establezca que el mundo no hay que pensarlo sino transformarlo. Este Leitmotiv es lo que han olvidado los filósofos tanto panameños como de otras latitudes, que están más preocupados de su estatus social o los beneficios de su profesión que educar realmente para la vida y para combatir la imbecilidad cognitiva propia de los cánones culturales actuales plasmados en nuestra educación.

Lo establecido en la alegoría del búho de Minerva sirve para explicar la situación de la filosofía en Panamá, este búho que según Hegel asume su vuelo al atardecer, sin embargo, cuando intenta volver a su nido se encuentra con que este está ocupado por talingos y cuervos, especies invasoras que se enfrascan en una lucha sin cuartel (terrorismo epistémico) con la finalidad de ocupar un espacio que no les pertenece y que solo quieren destruir (son colonos indeseables).

En nuestro medio, tanto en las universidades como en las escuelas secundarias, la filosofía ha sido reemplazada por otras disciplinas aduciendo criterios económicos y en algunos casos políticos y no académicos. Esto es aún más notorio cuando la cátedra de ética es ejercida por otros profesionales, quienes aducen tener una larga experiencia en áreas afines, nos referimos a abogados, trabajadores sociales y un sinnúmero de profesionales, quienes quizás han leído en su vida uno o dos libros de ética.

Igual situación sucede con la bioética, que siendo una disciplina filosófica es entendida por profesionales de la medicina y de otras ciencias como un tipo de subespecialidad.

En el caso muy particular de Panamá la situación es más grave cuando en algunas facultades se han reducido a seminarios y cursos donde los profesores de filosofía son la especie de asistentes donde el dueño de la cátedra determina cuál debe ser nuestro papel. Otro ejemplo claro es el llamado núcleo común, donde solo tienen relevancia aquellas disciplinas que la ley establece deben permanecer.

En esta situación parece ser que la filosofía como actitud permanente no desaparecerá, sin embargo, el departamento y la escuela en la actualidad perviven más por tradición que por necesidad.


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