Que tanta gente piense que hay burbuja inmobiliaria en Panamá me parece muy revelador, porque es parte de las señales que anuncian peligro.
La inflación de precios de los insumos y de los productos inmobiliarios que ya tiene un clamoroso carácter de tipo especulativo y que además, de alguna manera, ya afecta negativamente al consumo de mercancías del pueblo, es muy peligrosa. La inflación todavía no tiene el carácter de una catástrofe nacional, pero al paso que vamos lo tendría muy pronto, sobre todo si es agravada por un posible colapso recesivo de la economía de Estados Unidos, que algunos anticipan para fin del presente año.
La causa fundamental de la inflación especulativa en los precios inmobiliarios de Panamá depende exclusivamente de dos tipos de insuficiencia y, además, de una anomalía del mercado.
Las insuficiencias son: a) la incapacidad por saturación del sector de la construcción de mantener el ritmo de la oferta al mismo paso que la de la demanda de bienes raíces; y, b) la incapacidad del Gobierno de liberalizar las importaciones de insumos del sector construcción para impedir el desabastecimiento y el consecuente aumento especulativo de los precios de dichos insumos.
Es obvio, por otra parte, que el Gobierno no tiene la capacidad para acelerar los proyectos de ampliación de las infraestructuras de los servicios de utilidad pública: vías de circulación, parques, estacionamientos, aceras, electricidad, agua, salud y educación. Y se podría añadir otro componente importante que la incapacidad del Gobierno no puede imponer para que se cumpla obligatoriamente, que es establecer y hacer cumplir una relación de metros cuadrados de verde por persona.
Otro cuello de botella que contribuye a la inflación especulativa es que también el comercio, la banca y la seguridad no guardan el mismo nivel de calidad y de cumplimiento que necesita la población.
Y, finalmente, la anomalía de mercado que quizá más agrava la inflación inmobiliaria es el acaparamiento especulativo de los espacios habitables por compradores que no los van a habitar. Esto es grave por la sencilla razón de que se crea una amplia escasez de bienes raíces, porque entonces los precios suben demasiado, pues una gran cantidad de los servicios asociados al corretaje inmobiliario se pospone o simplemente desaparece y porque los compradores que quieren comprar y ocupar un espacio para habitar, no pueden encontrar lo que buscan.
Estas condiciones de anomalías de mercado, de incapacidad y de irresponsabilidad de las autoridades y de los productores privados, más el aumento de los precios, sólo indican que se está configurando un freno severo e injusto a la demanda total y a las compras en perjuicio de la población, en especial de la población más necesitada.
Mientras el aumento de los precios no frene finalmente la demanda, entonces consecuentemente, de manera fatal y perversa, los precios seguirán subiendo en perjuicio del pueblo panameño. Pero, atención, el freno a la demanda y a las compras, a nivel nacional y popular, si se verifica, constituiría una verdadera crisis de proporciones apocalípticas si se da en estos momentos en los cuales hay ya un cierto progreso económico en el país. No resolver este catastrófico proceso de corrupción de las reglas de mercado, mediante medidas inteligentes y efectivas de estímulo a la producción y a la oferta, tanto de insumos como de servicios de utilidad pública, es un acto parecido al asesinato; quiero decir que sería un asesinato económico.
Pensar que una hipotética burbuja se va a desinflar aunque fuese cierto, es un pensamiento insuficiente; porque lo que está sucediendo en Panamá en estos momentos es peor que la tragedia representada por una eventual burbuja desinflable; ya que es peor cometer los errores que estamos cometiendo; es peor no tomar las decisiones que debemos tomar y que no estamos tomando y, por último, es peor que tomar solo algunas decisiones, o tomarlas retrasadamente, porque cuando llegue el momento de enfrentar el asunto de una gran crisis creada por actos parciales, o por actos incorrectos, o por la inacción, entonces, finalmente, sabremos que no hay peor perspectiva para el Gobierno que descubrir que tuvo al alcance de la mano por cinco años la opción de hacer las cosas bien o mejores y no lo hizo.
Al respecto del sufrimiento expiativo por arrepentimiento, que es cosa seria cuando se trata de sufrimientos ocasionados a la sociedad, quiero recordar aquí el caso del bus incendiado y de las medicinas fatales fabricadas por la CSS. Estos crímenes por descuido me indican algo que considero terrible: un faltante espiritual, tanto como un faltante técnico-administrativo, por parte de las personas-funcionarios que tienen la responsabilidad del mando y de la jurisdicción. Quiero decir, que un faltante espiritual es un estado en la conciencia humana que compromete la identidad y la integridad de la persona en su componente más importante que es el componente ético. Esto sí me preocupa de manera obsesiva porque también afecta seriamente a toda la sociedad, pues este faltante espiritual nos pone en peligro.
En Panamá, por lo visto, hay mucha gente peligrosa cuya sola presencia en puestos de alta responsabilidad y cuyos actos distraídos pueden afectar a toda la sociedad de manera irreparable, sobre todo en las actuales condiciones de desarrollo acelerado del país en el cual este tipo de delitos administrativos, de omisiones y de errores, se habrían podido evitar si hubiesen existido personas-funcionarios con una mejor conciencia.