Hay un adagio latino que dice corruptio optimi, pessima que quiere decir que la corrupción de las personas mejores es la peor. Eso lo vemos incluso en la biología. La putrefacción de un cadáver humano es mucho peor que la de los animales inferiores. La mayor perfección y complejidad de su organismo hace que su descomposición sea también más compleja y a la vez, quizás por eso mismo, más nauseabunda.
Lo anterior lo traigo a cuenta por los casos, hoy de nuevo en el tapete, de pedofilia y pederastia en la Iglesia católica (también en otras iglesias e instituciones laicas de educación, pero de las cuales casi no se habla). Esta es la primera cara de mi reflexión.
Nuestra Iglesia, aun después de los escándalos, goza en los más diversos países de la más alta credibilidad, como lo demuestran las encuestas incluso en países muy laicos, como lo son la mayoría de los europeos. Eso indica que en la tierra de los ciegos, el tuerto es rey. La Iglesia falla, pero otras instituciones más. Pero esa misma credibilidad junto a otras razones, hace que tanto los pecados como los delitos eclesiales (que no son lo mismo) causen, con razón, un impacto negativo muy fuerte en mucha gente. Aclaro que pecado es para la Iglesia lo que ofende a Dios, aunque se trate de actos internos y secretos o externos no penalizados por la ley. Delito, en cambio, es lo que va contra del ordenamiento jurídico y puede ser castigado civilmente.
En mi artículo "Sal sin sabor" (Panamá América, 29 de agosto) hablaba , sin mencionar la expresión, de la corruptio optimi, pessima, aunque en un contexto más amplio. Manifestaba allí que Jesús en el Evangelio les dijo a sus discípulos que si ellos, que eran la sal de la tierra (optimum) se volvían insípidos, o sea sin sabor, merecían ir "a la basura" (pessimum). ¿No diría Jesús algo similar a ciertos pastores de nuestras iglesias?
Y ahora la otra cara que, al igual que la anterior, es de mucha actualidad en Panamá. Se trata del desenfreno sexual que está produciendo cada vez más víctimas por infidelidades, violaciones, crímenes pasionales, embarazos y abortos en niñas preadolescentes, y algo que preocupa mucho internacionalmente, el aumento acelerado del VIH-Sida. ¿Cuál es la raíz de todo esto? No lo dudamos: una degeneración de los valores humanos éticos y morales.
Los responsables del desenfreno sexual, que causa tantos daños, son muchos, pero hoy quiero subrayar dos muy serios: por un lado el abuso del licor y las drogas; y por el otro, ciertos medios de comunicación social.
El licor y las drogas llevan a menudo a una falta de control de los movimientos libidinosos y como consecuencia a unas relaciones sexuales promiscuas e irresponsables. Y el no uso del preservativo que se da en muchos de estos casos, por favor que no se diga que es porque la Iglesia lo prohíbe, porque a la gente desenfrenada sexualmente ni se le ocurre pensar en la Iglesia, y si piensan no sería precisamente para hacerle caso. Hay que buscar en otra parte...
En cuanto a ciertos medios de comunicación, a menudo contienen incitaciones descaradas o subliminales a la satisfacción sexual incorrecta: fotos provocativas con comentarios procaces, propagandas publicitarias a la vista de todos, ciertos programas radiales, telenovelas o películas y más modernamente algunas secciones de internet.
Lo grave de las dos caras que hemos considerado es que la primera goza de una publicidad ampliamente condenatoria; mientras que la segunda, en cuanto desenfreno, es muy poco censurada en los artículos y noticias periodísticas, en la televisión, la radio o el cine, sin duda por razones comerciales. ¿Y entonces? ¡Cuidado!, priorizar el dinero es algo muy peligroso; y adorarlo, totalmente anticristiano.
El autor es sacerdote
