¿Qué sucede en el mundo? ¿Qué nos sucede? ¿Será que los astros influyen tan negativamente en todo, o más bien es la sumatoria de nuestras propias incapacidades, egoísmos e indiferencias?
Meditando sobre estos temas, vino a mi memoria un libro del Dr. Ravi Batra, un economista de la Universidad Metodista del Sur en Estados Unidos, que en 1985 publicó The Great Depression of 1990. El autor considera que desde mediados de 1970, la sociedad occidental está pasando nuevamente por la declinación de una era. Los lazos familiares se han debilitado, incrementándose el divorcio y la prostitución. Se hace mucho énfasis en el individualismo; la degeneración moral alcanza a toda la sociedad. Los conflictos con los sindicatos recuerdan aquellos entre terratenientes y campesinos durante la época feudal. Adicionalmente se dan altos índices de criminalidad, incremento en el consumo de drogas y alcohol, abuso a menores, incremento de los índices de pobreza, desempleo, materialismo extremo, y en general una sociedad muy enferma.
La sociedad panameña de igual manera se ha hecho permeable al super materialismo: la falta de certeza y de sentido también nos ha afectado profundamente; para muchos la meta es acumular riquezas, no importa su procedencia. Afortunadamente, a pesar de tantos aspectos negativos, todavía hay personas abogando porque el centro de la vida no sea el dinero, sino más bien una mayor calidad de vida, con valores que llenen el vacío existente en los diferentes niveles de nuestra sociedad, a través de consideraciones de respeto mutuo y pertenencia sobre la relación hombre, sociedad y hábitat.
Señores políticos: no esperemos a que los problemas sean intolerables y que por causa de una mentalidad egocéntrica se hagan realidad esas visiones apocalípticas que economistas de diferentes países desarrollados han estado presentando para este mundo globalizado. Desgraciadamente, en Panamá tenemos muchos ingredientes del caldo de cultivo de las revoluciones sociales: si no creen, miren la historia de la humanidad.
Estoy segura de que muchos panameños, al igual que yo, se sienten defraudados y cansados de estar viendo siempre el mismo espectáculo deprimente por parte de los diferentes líderes de partidos políticos y aspirantes a puestos de elección popular. Cambien su percepción y sus discursos de ataque; la inteligencia del pueblo panameño merece más respeto, y la juventud, mejores ejemplos. Basta del juega vivo a costillas del pueblo: ¡no podemos continuar así!
Votaré por el proyecto de construir un Panamá mejor, más justo, con una mayor conciencia social sobre la importancia de los recursos naturales, el ambiente y de sus interdependencias, donde el desarrollo humano y espiritual ocupen un lugar importante en los planes educativos, para ver si así le ganamos la carrera al determinismo histórico.
