Hará un par de meses, uno de los responsables más altos de un diario de la isla en la que vivo me comentó su preocupación al haberse detectado el primer caso de gripe A en unos chicos que habían pasado sus vacaciones en Mallorca pero no habían contraído la enfermedad allí.
La razón de sus dudas tenía que ver con la manera como su periódico había publicado la noticia, que podía generar, según él, alarma. Pues bien, 60 días mal contados después, son ya 180 los casos de nueva gripe confirmados en la isla. Habrá muchísimos más porque se calcula que un tercio de la población de cualquier lugar de España quedará afectado. El riesgo de alarma no existe pues; ya la tenemos aquí. Pero, pese a ello, continúan presentes algunas otras preocupaciones cuyo alcance sería bueno que las autoridades competentes dejasen claro con el fin de evitar lo peor que le puede suceder, en términos de sus objetivos, a cualquier medio de comunicación responsable: que la veracidad quede suplantada por el sensacionalismo.
Comencemos por el número de afectados. Cuando un paciente llega a cualquier hospital con síntomas de tener una gripe, puede que su estado sea benigno o grave. Quedémonos con esos dos extremos de todo un continuo de posibilidades porque el médico que le atienda deberá optar por uno de los dos. En el primer caso, le recetará alguna que otra píldora para aliviar fiebre y dolores y le mandará a casa sin molestarse en averiguar si tiene o no la nueva gripe. En el segundo cabe usar el Tamiflú, que el ejército está encapsulando a marchas forzadas.
Pues bien, una prueba de PCR para analizar de qué tipo de virus se trata cuesta cerca de 430 dólares. Si los afectados –un tercio de la población, en potencia– llegarán a ser centenares de miles sólo en Baleares, está claro que no nos vamos a gastar esa cantidad brutal de dinero de manera frívola. Sólo tiene sentido hacer la prueba a quienes manifiesten síntomas graves, padezcan enfermedades respiratorias o sean mujeres embarazadas y, de hecho, en EU no se realiza ya.
Dejémonos, pues, del número de afectados –que nunca lo sabremos– y olvidemos desmedidas exigencias en cuanto al diagnóstico. Para la mayoría de los contagiados, la gripe será benigna, más aún que la cepa habitual de todos los años. ¿Y tiene sentido, en tales condiciones, vacunarse? Si usted pertenece a un grupo de riesgo con obligación de hacerlo, como es el caso del personal sanitario, poco hay que discutir al respecto. Si no… Bueno; la vacuna estará lista en el mejor de los casos a fin de año. Para entonces, la pandemia va a ser una realidad. Es de esperar que la sensatez, de aquí a diciembre, se haya también instalado pero cualquiera sabe.
Que las autoridades académicas españolas seindignen porque no se ha pensado en vacunar a los profesores me parece lógico: es ese su papel. Pero, por lo que a mí respecta, lo de meterme una vacuna hecha a toda prisa para una enfermedad que, salvo que las cosas empeoren es probable que resulte benigna, no es, la verdad, la mejor de las ideas que se me puedan hoy por hoy ocurrir.