VISIÓN INTEGRAL

‘Al cerro Ancón’: Javier Barrios D.

En un reciente acto del aniversario número 33 de la Fundación Omar Torrijos, para conmemorar también los 34 años de su desaparición física, al ver el logo de la Fundación (el cerro Ancón con nuestra enseña patria) y, en un video las aspiraciones que tenía Omar con la recuperación del Canal, me quedé con lo referente “al mayor uso colectivo posible de ese recurso”.

Sentí mucho pesar, no solo por lo poco que se ha logrado al respecto, sino porque el cerro Ancón esté allí, como preguntándonos: ¿Qué van a hacer conmigo para cumplir con ese objetivo y con el ideal de la insigne poetisa Amelia Denis de Icaza que, si viva estuviera, otra poesía escribiera?

Su altitud, de 200 metros, supera al rascacielos más alto de esta ciudad, pero solo se accede caminando o en automóvil, con lo que, a diferencia de tantas ciudades del mundo que poseen teleférico, le estamos negando el derecho a los ancianos, a las personas con discapacidad y a tantos turistas nacionales y extranjeros, que disfruten de un hermoso paseo y de las espectaculares vistas panorámicas que ofrece este ícono, en un radio de 360° (la entrada al Canal, el puente de las Américas, el movimiento en los puertos y en el Marcos A. Gelabert, de toda la ciudad, la bahía y la calzada de Amador). Al decir de la poetisa, restan por guardar las huellas de tantos pasos.

A los ambientalistas y al Ministerio de Ambiente, como suele decirse, “se les ha ido la mano en pollo”, creando zonas protegidas, en las que lo único que pueden hacer los visitantes es hincarse y rezar un rosario para que no las destruyamos (verdaderos santuarios). Por ejemplo, en el Parque Chagres la legislación establece, entre sus pocos usos, el ecoturismo y la investigación científica, pero como es pecado mortal tumbar un palito, no hay forma de abrir una trocha para adentrase en tan hermosa selva, y solo nos queda la opción de disfrutarlo caminando o en un vehículo todoterreno por uno que otro camino. Los ambientalistas temen crear leyes más flexibles, porque supongo que creen que todos en este país somos “juega vivo”, y que si nos dan la mano, nos apoderamos del brazo, cuando lo que corresponde es asignar los recursos indispensables para hacerlas cumplir.

Fue así como el Municipio capitalino convirtió el cerro Ancón en un área protegida y reserva natural (Acuerdo 157 de 2001) y, mediante Decreto Ejecutivo No. 104 de 2003, fue declarado Patrimonio de la Nacionalidad Panameña.

La extinta Autoridad de la Región Interoceánica suscribió, en 2004, un contrato con una empresa para instalar un teleférico, con estudio de impacto ambiental aprobado, pero los ambientalistas lograron que la Corte Suprema de Justicia (CSJ) suspendiera la correspondiente resolución (auto proferido el 27 de enero de 2007) y que, luego, la Procuraduría de la Administración hiciese lo propio con dicho contrato (Vista No 215 de 2007).

La CSJ argumentó que ese proyecto violaría el referido acuerdo municipal, que prohíbe talar árboles, y que la Autoridad Nacional del Ambiente (hoy Ministerio de Ambiente) no valoró los criterios de protección relacionados con las áreas protegidas. El procurador de la Administración señaló, y cito: “… que parece existir un inminente peligro que puede generar perjuicios o daños irreversibles e irreparables al cerro Ancón…”.

Desconozco los detalles de ese proyecto, pero la estación terminal de un teleférico sencillo, en la cima, no representaría mayor problema, pues allí hay pocos árboles y dudo que sea necesario instalar torre alguna en las faldas del cerro. Amén de la otra estación terminal y demás torres.

La falta de espacio me impide presentar datos de las áreas indispensables para la terminal en la cima y, si fuera el caso, una torre en las faldas del cerro, las que (con sistemas modernos de construcción) solo requerirían la tala de unos 400 árboles con un diámetro de 10 centímetros o más.

Señores ambientalistas, ¿tienen idea de cuántos millones de árboles de ese diámetro hay en el cerro Ancón? ¿Sería ese daño irreversible e irreparable? ¿Cuando ustedes emprenden estas luchas, realizan los respectivos análisis de costo-beneficio social? ¿Tienen idea de los beneficios sociales y privados y los imponderables del placer que estamos dejando de percibir por tales actitudes?

Analicen todos los escenarios y añadan todos los efectos negativos que quieran, que el balance social siempre será altamente positivo.

Protejamos, pero con una visión integral y sin extremos.


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