Si el tiempo y la comunidad internacional no lo impiden, la próxima semana Corea del Norte lanzará un nuevo prototipo de misil balístico denominado “Taepodong–2”, con más de 6 mil 500 kilómetros de alcance, cuya trayectoria prevista pasa por encima de Japón y sus “aceleradores” se desprenderán al oeste y el este del archipiélago nipón.
Obviamente, la comunidad internacional, y especialmente Japón y Rusia, han mostrado ya su disconformidad con esta prueba de misil balístico intercontinental capaz de llegar hasta Alaska.
Por de pronto, el Japón anunció en días pasados que reactivaría su plan antimisiles y que el Ejército está preparado para destruir cualquier resto del artefacto que pudiera caer en su territorio en caso de que el lanzamiento planteara problemas. Es la primera vez que el Estado nipón toma una decisión de estas características tras la reforma en el año 2005 de las fuerzas de autodefensa.
Sin que aparentemente la opinión de Japón y otros países le importe mucho, el Gobierno norcoreano informó ya a la comunidad internacional sobre cuál sería la trayectoria prevista del misil no sin antes advertir que cualquier intento de interceptar o destruir el misil sería interpretado como un “acto de guerra”.
Rusia se pronunció muy recientemente en el mismo sentido que Japón, pidiendo a los dirigentes norcoreanos que renunciaran a la prueba y de paso que reanudasen el diálogo sobre el programa nuclear norcoreano paralizado desde el pasado mes de diciembre a causa de las discrepancias sobre la verificación del desmantelamiento de sus centrales nucleares.
Tanto Tokio como Washington y Seúl han hecho saber que el lanzamiento viola todas las resoluciones de la ONU exigidas a Corea del Norte y amenazaron con llevar el problema al Consejo de Seguridad, aunque a decir verdad la opinión de ese ilustre organismo más bien le importa poco al dictador norcoreano, Kim Jong Il, que considera una gestión de estas características como un “acto hostil”. Kim demostraría así que el poder sigue estando en sus manos y que su salud, un tanto renqueante, no es un obstáculo para ello.
La prueba con el “Taepodong–2” pondrá de manifiesto que a Kim y sus generales las conversaciones a seis bandas con Estados Unidos, Corea del Sur, China y Rusia sobre temas atómicos les importan muy poco y que están decididos a mantener la tensión en la región, demostrando de paso su capacidad para construir un misil balístico intercontinental que alcanzaría el territorio de estos Estados.
