Por mucho que nos gustaría aseverar que nuestra vida está llena de buenos momentos… de paz y armonía, sabemos que no es cierto, que las cosas suelen ponerse difíciles de vez en cuando. Hoy me gustaría reflexionar sobre cómo superar los momentos difíciles.
Mi padre fue un sobreviviente del Holocausto. Perdió toda la familia incluyendo una esposa y un hijo, y volvió a hacer familia en Panamá después de la guerra. Con él aprendí que el ser humano tiene la capacidad de superar situaciones complejas. Eso me ayudó a entender que el camino de mi vida tendría altas y bajas y me dio fortaleza para sobrellevar momentos difíciles, como lo fue la invasión de 1989.
A todos nos gusta pensar que estamos mejor de lo que estamos, vivir días plenos de alegría o con llegar al final de nuestra vida con una sonrisa amplia, resultado de muchos años de buenos momentos. Sin embargo, la vida muchas veces nos muestra otras realidades.
La verdad es que todo es relativo, y que por la misma razón que vives momentos de intensa felicidad, también vivirás momentos de crisis. Muchas personas, cuando las cosas se ponen mal, suelen darse por vencido, desesperarse y provocar más daño todavía a su alrededor y a sí mismos. Creo que nuestra verdadera razón de ser es superar los problemas que se nos plantean y luchar por lo que deseamos.
En la vida pasaremos por una serie de dificultades, muchas de ellas son inevitables. Pero lo que sí podemos cambiar es la actitud que tengamos ante ellas; además no es cierto el ideal de tener una vida llena exclusivamente de placeres y momentos felices. La cuestión es que no existe una fórmula mágica para superar todos los problemas, pero sí podemos elegir la actitud que tomaremos frente a ellos.
Hoy día la Pandemia nos absorbe…nos complica la existencia…nos hace sentirnos desprotegidos. Adicional a esto, el confinamiento nos impide mantener nuestras costumbres y compartir con nuestros seres queridos. Pero es en estos momentos difíciles que debemos darlo todo, intentarlo todo. Tenemos que pensar en positivo y eso se trasforma en formas de estar, sentir y actuar.
Lo peor de los momentos de crisis es que terminas pensando que todos a tu alrededor son enemigos, tratando de asediar la fortaleza en la que te encuentras. Pero si observamos detenidamente las noticias a nivel mundial, donde la pandemia maneja cifras que sobrepasan los millones y está por llegar al medio millón de muertos, en las que vemos imágenes de gente muerta tirada en las calles, personas pidiendo de comer en carreteras y puentes, presidentes populistas y egoístas que no les interesa otra cosa que su propio ego; entonces podemos reflexionar que somos afortunados al estar en Panamá. Tenemos que reconocer que será mucho más fácil para nosotros que para el resto subperar esta crisis.
Ahora bien, aun con la ventaja tenemos que comenzar poniéndonos de acuerdo, pedir al Estado transparencia para que el pueblo entienda claramente sus motivaciones, intenciones y objetivos. Igualmente, tener prácticas y métodos a la disposición pública, sin tener nada que ocultar. Después de una intensa crisis que ha hecho aumentar la pobreza y las desigualdades, la transparencia se convierte, en cualquier caso, en algo prioritario. La fractura social promueve la desigualdad, limitando el progreso de la clase trabajadora lo cual conlleva peligrosamente al debilitamiento de la democracia.
Tenemos que afrontar la lucha contra las desigualdades para rehacer el país, asumiendo compromisos fuertes y arriesgados, promoviendo una mayor inversión en educación, sobretodo en la primera infancia para cumplir con el derecho a la formación de nuestros niños. No es sorpresa para nadie que la Era Tecnológica en la que estamos inmersos, y que se acelerará a pasos agigantados en los próximos años, agudizará el problema de la desigualdad si no preparamos a la población para estos cambios. Los temas relacionados con educación y la creatividad de las personas son esenciales al momento de construir un país con un fuerte nivel de consenso social y un buen funcionamiento de la movilidad social.
Como ciudadanos de un país próspero, deberíamos gozar de una economía saludable, generadora de servicios y productos con alto valor añadido. Si no queremos estancarnos es fundamental ofrecer oportunidades a los jóvenes mejor formados, reducir la tasa de desempleo y generar la riqueza que nos permita crecer a niveles aceptables.
Tenemos que aprender a sentirnos queridos cada día, a encontrarnos con nosotros mismos, a descubrir la bondad de la gente, aprovechando esta vida para cambiar y sobre todas las cosas vivir para la familia, nuestros hijos que representan el futuro de la patria.
El autor es presidente de Relojín