Eva Aguilar eaguilar@prensa.com
El corazón es el órgano vital que nutre de sangre a todos los demás. Nunca descansa, pero el día que decide hacerlo suele ser para siempre. Cansado de tantos abusos y después de múltiples intentos por seguir bombeando sangre, termina por dejarse morir.
Unico músculo del cuerpo cuyo movimiento escapa de la voluntad humana, el corazón (o miocardio) tiene la delicada tarea de mantener la circulación de la sangre en la dirección correcta y de velar por que esta llegue a los lugares que debe oxigenar.
Formado por cuatro cavidades (aurículas y ventrículos), el corazón recibe la sangre pobre en oxígeno y cargada con anhídrido carbónico y la envía a los pulmones. Allí se carga de oxígeno y libera las sustancias tóxicas que después se exhalan. La sangre vuelve al corazón que, acto seguido, la expulsa a través de un conjunto de arterias y venas que, como un complejo sistema de carreteras, la conducen por todo el organismo.
Tan esencial es la función que realiza el aparato circulatorio que cualquier obstáculo que impida su funcionamiento se convierte de inmediato en el factor agravante de la hipertensión, las arritmias, la insuficiencia cardíaca, la miocardiopatía y las anginas de pecho, algunos de los padecimientos más comunes del miocardio.
Las enfermedades cardíacas están determinadas por el sexo (los hombres son más propensos a sufrir de infartos, mientras que las hormonas femeninas protegen a la mujer hasta la menopausia, momento en que la situación se equipara), por la herencia (predisposición genética) y por la edad. Sin embargo, estos son elementos que no caminan solos, sino que se desatan a partir de los famosos factores de riesgo. A saber, la obesidad, el sedentarismo, el estrés, las toxinas del cigarrillo y el consumo excesivo de alcohol y de sal en los alimentos.
Aparte de la hipertensión -elevación anormal de la presión dentro de las arterias que obliga al músculo cardíaco a realizar un mayor trabajo- un determinado tipo de alimentación es la causa de que un corazón sano empiece a enfermar. Las arterias son las primeras afectadas con el exceso de grasa, esa que el organismo no necesita y que tampoco se elimina por medio del ejercicio físico. Así, esas sustancias terminan por instalarse en las paredes de estas válvulas de circulación y reducen el espacio por el que la sangre debe circular. El proceso se vuelve más lento y el corazón tiene que hacer más esfuerzo para que la sangre llegue a todos los rincones del organismo.
Defensas El corazón tiene como mecanismo de defensa una sustancia cuya función es mantener dilatada la arteria: óxido nítrico. Sin embargo, su formación está relacionada con un aminoácido cuya cantidad disminuye con la edad.
El óxido nítrico contrarresta en cierta medida el efecto perjudicial que pueden producir las sustancias que aumentan la presión de las arterias, como la adrenalina, para que no haya una contracción demasiado enérgica en los vasos sanguíneos.
Además, el óxido nítrico también contrarresta el efecto de lo que se conoce como radicales libres, elementos dañinos derivados del oxígeno que se quedan en las arterias cuando el exceso de este no se elimina. El proceso de desecho ocurre por medio de agua (sudor, orina), pero para hacer esa transformación a líquido se necesita de enzimas que se vuelven deficientes con la edad.
Mientras la parte interna de las arterias permanece sana, el óxido nítrico funciona defendiéndolas; cuando no es así, su capacidad de defensa se reduce.
Prevención En Panamá, entre el 35% y el 37% de las muertes que ocurren cada año se deben a enfermedades cardiocirculatorias. Derrames cerebrales, ataques cardíacos y embolias pulmonares son la primera causa de muerte en el país.
Aunque no hay ningún síntoma que esté relacionado inequívocamente con una afección cardíaca (otros padecimientos pueden tener los mismos síntomas), el primer signo de alarma de una afección coronaria es que la persona empieza a cansarse con facilidad. Independientemente de que se lleve una vida sedentaria, esfuerzos físicos que antes se realizaban con normalidad la dejan ahora agotada y sin aire.
Si a ello se suma una sensación de peso, una especie de ardor o dolor en el área del tórax, entonces esto ya es un síntoma de un problema coronario conocido como angina de pecho.
Si bien el sexo, la herencia y la edad no son factores modificables, sí lo son los hábitos alimenticios y ciertas costumbres que bien podrían cambiar. Estos padecimientos pueden evitarse, o en todo caso disminuirse, si se disminuyera de la dieta el consumo de grasas saturadas, las más asociadas con el colesterol, y que provienen especialmente de las carnes rojas de res y sus vísceras, y del cerdo.
Si no se tiene mucho tiempo para hacer ejercicio, ¿cuánta actividad física es necesaria?
Para estar seguros de que nuestro sistema circulatorio realiza una actividad normal, es necesario caminar, a buen paso, media hora cuatro días a la semana. Aunque lo ideal sería que el ejercicio se realizara todos los días.
Para quienes sufren del corazón, sin embargo, los médicos no recomiendan los ejercicios de tensión (push up) y mucho menos el uso de pesas de mucho calibre. Aquellas que sirvan para tonificar los músculos (hasta 5 libras) son permisibles.
Y es que, como todo músculo que se somete a un esfuerzo y aumenta su tamaño, el corazón también crece. Si el crecimiento es excesivo ocurren dos cosas: el aumento del tamaño no va emparejado con una mayor circulación, por lo que se produce una deficiencia relativa de aporte de oxígeno al músculo y, por otra parte, un corazón aumentado en su tono no tiene ya la suficiente flexibilidad para recibir sangre y dilatarse.
Está claro: depende de nosotros. El corazón no tiene un sistema inmunológico propio que lo salve de todos los abusos a los que somos capaces de someterlo.
