INTERVENCIONES FRACASADAS

La crisis olvidada

Una de las cosas que más me ha llamado la atención en los escritos o discusiones sobre la actual crisis financiera es la ausencia de referencias a la crisis japonesa de la década de 1990. Esto me ha parecido extraño porque ambas crisis tienen enormes semejanzas, tanto en su origen como en los intentos de los gobiernos para resolverlas. Por tanto, debo suponer que quienes hablan y escriben, o no conocen la crisis citada, o la han olvidado, o no la consideran relevante, o no quieren discutirla.

Yo creo que la última alternativa es la más probable. Y es que la crisis japonesa, si nos atenemos a los hechos, no avala en absoluto las tesis que se quieren sacar de la crisis actual, o sea: la culpa es del libre mercado, se necesita más regulación y la intervención de los gobiernos es esencial para acabar con ella.

Comencemos por señalar que Japón tuvo un crecimiento real promedio del PIB de 9.6% entre 1952 y 1971, 4% entre 1972 y 1990, y 1.2% entre 1991 y 2003. Este último fue el período de la crisis. Durante el mismo, alternaron años de recesión con otros de crecimiento más bien raquítico.

Después del llamado Plaza Accord de 1985, en el que las cinco mayores potencias económicas acordaron algunas políticas económicas, el yen se apreció y el crecimiento económico japonés cayó de 4.4% en 1985 a 2.9% en 1986. Entre enero de 1986 y febrero de 1987 el Banco Central de Japón trató de debilitar el yen mediante una política monetaria expansiva, reduciendo la tasa de interés del 5% al 2.5%. El M1 (efectivo y depósitos a la vista) creció a una tasa anual de 6.7% entre 1986 y 1988, y el M2 (que incluye, además, ahorros y depósitos a plazo pequeños) al 10.1%.

Los precios de los bienes raíces y de la bolsa aumentaron enormemente, creando una burbuja financiera. El BCJ apretó la política monetaria, aumentando la tasa de interés hasta el 6% en 1990 y reduciendo el volumen de M1 y M2.

Los precios de los bienes raíces y de la bolsa se desplomaron. Los primeros cayeron un 80% entre 1991 y 1998; el Nikkei cayó de 40 mil puntos a fines de 1989 a 15 mil en 1992; en mayo de 2005 todavía estaba en 11 mil. Cuando escribo esto, anda por los 8 mil 600.

El Gobierno japonés intervino de diferentes formas, pero con poco éxito. En gran medida siguió la receta keynesiana de aumentar el gasto gubernamental para incrementar la demanda agregada. Desde 1992, el Gobierno lanzó 10 paquetes de estímulo que no curaron la crisis, pero que aumentaron la deuda pública de 40% a 150% del PIB.

La política monetaria expansiva tampoco logró resultados. Entre 1995 y 2003 la tasa de interés cayó por debajo del 1% y el M1 aumentó 9.8% por año. Los bancos utilizaron el dinero adicional para mejorar sus balances en vez de aumentar los préstamos.

El Gobierno lanzó el Fiscal Investment and Loan Program (FILP) para prestar directamente a las empresas. Para ello utilizó los fondos de los ahorros del sistema postal, que tenía 35% de todos los depósitos de los hogares.

Según The Economist, los préstamos se canalizaron principalmente hacia los partidarios tradicionales del partido de gobierno, el Liberal Democratic Party, sobre todo en el negocio de la construcción. Entre 1991 y 2000 la industria de la construcción recibió más de 59 trillones de yenes en contratos del Gobierno, lo que representó más del 30% de todas las construcciones. Muchas constructoras que debían haber desaparecido quedaron en el negocio. La acción del Gobierno impidió el proceso normal de ajuste del mercado al mantener una estructura de capital que no reflejaba las preferencias de los consumidores.

El Gobierno utilizó fondos de salvamento y compra de acciones para ayudar a los bancos. En 1998 estableció un fondo de 514 billones de dólares para comprar acciones, nacionalizar, reestructurar y liquidar bancos en problemas. Estas acciones impidieron los procesos normales de mercado que suceden en estas situaciones, como quiebras, fusiones, adquisiciones y reestructuraciones.

En resumen, el Gobierno ensayó todo tipo de intervenciones sin ningún éxito. Paul Krugman, que tiene un peculiar sentido del humor, dice que la gran depresión estadounidense duró tanto porque los gobiernos no gastaron lo suficiente. Si aplicamos la misma lógica a la crisis olvidada, quizás la intervención hubiera funcionado con 30 paquetes de estímulo en vez de 10, y con una deuda del 500% del PIB en vez de la modesta de 150%.

Curiosamente, Japón ha vuelto a entrar oficialmente en recesión. ¿Repetirán los gobernantes las recetas de los 90?


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