En estos momentos, un arquitecto está diseñando una nueva barriada y naturalmente cede en esas anchas hojas de papel, los espacios para parques, escuelas, templos y demás servicios comunales. Y desde ya, va rayando con todos sus detalles, un área comercial que incluye salón de belleza, farmacia, restaurante, panadería, billar, abarrotería, carnicería y otros rubros populares.
Este sistema evita al inversionista en locales para servicio a los residentes de las nuevas barriadas e invadir con su negocio cualquier espacio disponible, como ha venido sucediendo a lo largo de nuestra historia, por asiáticos que al ser despedidos al finalizar las obras del Canal, encontraron en la adquisición de mercaditos operados por tableños, en esos tiempos, una solución al desempleo masivo.
No fue sencillo, porque la Constitución, en su artículo 293, establece que solo podrán ejercer el comercio al por menor, “los panameños por nacimiento”. La solución popular fue la de contraer matrimonio con “María”.
Pronto, los chinitos se organizaron para detectar áreas adecuadas para abrir más tiendas o abarroterías, en comunidades alejadas de la capital, y ahora disponen de miles de mercados, identificados como “minisúper”, bien surtidos, sin necesidad de cruzar la calle para satisfacer sus necesidades.
Estos panameños ahora ejercen la venta al por menor de diversos rubros y por ello son los que, mucho antes de existir una comunidad, ya tienen los contratos de alquiler de negocios al por menor y sus actividades no culminan aquí, porque ante la necesidad de servicios técnicos para el mantenimiento de sus instalaciones, disponen de talleres de electricidad, aire acondicionado, pintura, mecánica, refrigeración, etc. De esta forma, sus miles de mercaditos, minisúper, tiendas y abarroterías, que se encuentran por todas partes, están bien atendidos.
Ante la realidad de la existencia de suficientes mercaditos que sumados equivalen a un inmenso mercado, ¿por qué la insistencia de crear un nuevo mercado municipal, a un elevado costo de varios millones de balboas? Sencillamente, porque es un axioma que la palabra “prioridad” no existe en el vocabulario de los funcionarios que omiten atender el exceso de niñas madres, los bien cuidados, conductores ebrios, la existencia de funcionarios delincuentes, falta de aceras, la abundancia de indigentes, etc.
Por tanto, es una utopía creer que sin el debido análisis de las prioridades de la comunidad, puede un funcionario y su equipo ejecutar obras de verdadera y urgente necesidad a un costo justificado.
El autor es ciudadano


