En mi experiencia como profesor he tratado de combatir la actitud negativa que tienen los jóvenes. Indudablemente, que a veces resulta una labor titánica. Si los adultos, que se supone hemos logrado una madurez adecuada y el suficiente equilibrio emocional para enfrentar los vaivenes de la vida cotidiana, muchas veces nos encontramos en callejones sin salida, y no sabemos qué hacer… ¿Cómo se sentirán los muchachos? Los pobres recién salidos del cascarón, sin la necesaria fuerza emocional que brinda un hogar estable. Rodeados de mensajes dañinos por dónde se asomen y con un futuro laboral nada promisorio.
Desde que salió Martín Torrijos del anonimato en aquella contienda electoral, en la que salió vencedora la ex presidenta Mireya Moscoso, me tocó ver a lo largo del país la simpatía que despertaba en la juventud no sólo los votantes, sino, en los menores de edad de ese momento. Era comprensible que así fuera. La juventud del candidato se imponía. Y la forma de hablar en público, aunque un poco tímido, parecía sincero a los ojos de los jóvenes. Sobre todo cuando exponía su deseo de implementar políticas orientadas a mejorar la educación y a crear fuentes de empleo para los miles de estudiantes egresados de la educación media que buscan trabajo; porque, su situación económica no les permite continuar sus estudios universitarios. Y otros tantos miles de técnicos y profesionales egresados de las universidades nacionales.
Ahora reciben la mala noticia de que pronto no habrá Caja de Seguro Social que les proporcione una subsistencia económica mínima, que les evite quedar como pordioseros después de los 60 años. Este es un país en desarrollo, sin un crecimiento económico estable y bien distribuido. Con un casi 50% de pobreza extrema. Donde hoy día miles de personas salen del sistema laboral remunerado y se ven con excesivas dificultades para conseguir un empleo estable y de acuerdo con su preparación.
Los empresarios optan por utilizar la figura legal del sistema de contratos para deshacerse fácilmente de los trabajadores; además, de otras artimañas para no ofrecer un salario justo. Y otro factor -y no menos preocupante- es la edad. Cuando pasamos de los 40 años ¡Dios libre! Es como si nuestra experiencia, motivación, inteligencia y madurez no tuviera ningún valor. Lo irónico de toda esta controversia en torno a la seguridad social, es que se han invertido cientos de miles de balboas de los contribuyentes, en reuniones con todos los sectores de las sociedad panameña, para buscar soluciones consensuadas. Se cumplió lo que establece la Ley, discutir el asunto en la Comisión de Trabajo (primer debate), y cuando se da por hecho que todas las opiniones se tomaron en cuenta y hubo consenso, resulta que la nueva Ley 17 que debe preservar la Caja de Seguro Social, ha generado serios problemas económicos, sociales, laborales y educativos en el país.
Lo cierto es que el presidente Torrijos debe tomar conciencia de la gran responsabilidad que conlleva ocupar ese cargo. Dejar a un lado el orgullo y no hacerle tanto caso a esos malos asesores, que viven de la política, que se creen sabios, y que desprecian a la gente trabajadora y pobre de esta nación a pesar de que muchos salieron de ese sector. Recuerde señor Presidente, cuando caminaba con la gente buscando la confianza y los votos de la población. Haga lo mismo ahora… Resuelva usted personalmente el problema y verá cómo la gente noble de esta nación se lo agradecerá eternamente.