Es común que en esta época, entre el ambiente navideño y el examen de lo logrado durante el año que muere, surjan buenos propósitos, de enmienda o de superación. Ello me llevó, entre cavilaciones y nostalgias, a recordar que ya hace un año largo murió Susan Sontag (1933-2004), extraordinaria escritora estadounidense que supo darle otra dimensión al ensayo político y a la crítica reflexiva. Con su muerte se perdió una de las conciencias más lúcidas de Estados Unidos y del mundo contemporáneo. Mujer valiente, inteligente y honesta, se destacó por combatir guerras y denunciar injusticias; mostrando siempre genuina preocupación por el dolor del prójimo.
La extraordinaria obra de Sontag me inspiró para escribir una reflexión de vanguardia para despedir el triste 2005, al tiempo de permitirme un muy humilde homenaje a esta extraordinaria mujer que estimuló a muchos en la lucha por el Mundo Necesario. Estas palabras no intentan convencer, sino más bien transmitir dudas y abrir brechas en el peligroso letargo en el que fácilmente nos instalamos, particularmente en esta época navideña distorsionada por los mercaderes que incitan al consumismo y pretenden que el dinero suplante al amor, intoxicándonos con ruidosa publicidad.
La reflexión no es fácil. A la primera mirada, como en un baile de máscaras, advierto la existencia de muchos que usan la conveniencia de un disfraz para pasar inadvertidos en este mundo contemporáneo de doble moral, olvidado de valores, lleno de prisas y frivolidades, lo que les permite moverse en el delgado límite entre mentirse a ellos mismos y mentirle a los demás, para terminar, ineludiblemente, confundiendo la imaginación con la realidad para así embotar sus conciencias.
En la vorágine de tantas disquisiciones dudo sobre cómo retomar la lucha por construir ese otro mundo posible, el de la paz con base en la justicia, el del respeto por el ser humano y los valores verdaderos. Y surge así la imperiosa necesidad de desenmascarar los espejismos que pretenden vender muchos poderosos, incluidos algunos medios de comunicación y políticos corruptos, para defender sus mezquinos intereses.
Acaso el mejor camino es, primero, reconocer la realidad y luego actuar. Reconocer la sociedad que hemos construido los panameños, pero sobre todo aquellos que tienen mayores riquezas, educación e inteligencia, es decir, mayor responsabilidad pues han gozado de mayores oportunidades. Quizás, para ser verdaderamente honestos debamos reconocer la responsabilidad que a todos y cada uno compete en la formación de este país; donde se evidencia la ausencia de respeto por los derechos humanos y las enseñanzas de Jesucristo; donde malvive un 43% de la población en pobreza y un porcentaje indignante de niños están desnutridos; donde los indígenas son marginados y hay racismo, disimulado pero presente; donde se evidencia la intolerancia ante la diferencia de criterios y creencias; donde la justicia es selectiva y tardía y la impunidad y la corrupción que envilece se pasea por las calles; donde escasea la compasión por los débiles y abunda la incultura y la falta de civismo; en fin, donde hay ausencia de compasión y solidaridad.
¿Qué anhelamos para el 2006?, civilización o barbarie; consumismo o cultura, abalorios o libros, lujo desmedido o equidad social? Al rememorar las bifurcaciones más complejas por las ha discurrido la historia política y cultural panameña, persevera la esperanza, y entonces ya no vacilo sobre cual es el futuro que deseamos la mayoría de los panameños.
No hay duda del enorme poder del que gozan los medios masivos de comunicación en la difusión de antivalores; ciertamente sus mensajes tienen efectos profundos sobre la cultura de masas. No obstante, no estamos indefensos no olvidemos que todos, obreros, profesionales, hombres, mujeres, jóvenes y ancianos tenemos la posibilidad de modificar el efecto de ese mensaje con el poder de las acciones. Aunque es indiscutible que la mayor responsabilidad recae en los periodistas, intelectuales, artistas, músicos, escritores, educadores y formadores de opinión que tenemos el poder de hacer críticas objetivas sobre la cultura moderna para modelar los efectos sobre las futuras generaciones y así construir ese otro mundo justo que anhelamos. Nadie puede desconocer el compromiso de tomar partido sobre los temas importantes y actuar en consecuencia. Como decía Susan Sontag "... la palabra puede ser caricia, pero debe decir la verdad".
No hay excusa válida para no actuar con justicia y verdadera solidaridad. La Navidad nos recuerda que todos tenemos un pasado común, la costilla de Adán o de la Lucy australopitecos y que a todos nos espera el mismo desenlace; entre tanto, el presente lo podríamos dedicar a amar al prójimo, respetando su idiosincrasia, sus diferencias y sus derechos. Los más desdichados, los más pobres, los tratados injustamente y la Nación toda, reclaman hoy que usemos nuestra libertad, condición que nos hace responsables, para actuar transformando la realidad para lograr que el año nuevo borre necedades y egoísmos y trace concordia y bienestar para todos.
En la construcción del Mundo Necesario lo más importante no es el dinero, lo fundamental es el amor, la voluntad, la imaginación… y esa característica que nos distingue del resto de los animales, nuestra humanidad.
La autora es arquitecta
