ERA OBAMA

La diplomacia del ‘poder inteligente’

En su testimonio ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, la hoy secretaria de Estado, Hillary Clinton, delineó los parámetros centrales de la política exterior de la administración demócrata del presidente Barack Obama.

Clinton ha sido enfática en afirmar que el gobierno de Obama tendrá un enfoque en política exterior “basado en principios y pragmatismo” y no en rígidos conceptos ideológicos, como fue el caso en la administración neoconservadora del republicano George Bush, donde la radicalización de posiciones en la lucha contra el terrorismo ha puesto en primer plano de las relaciones internacionales el uso de la fuerza armada como primer recurso.

Con este enfoque flexible, la política exterior estará guiada por el concepto central del “poder inteligente” en su diplomacia para confrontar los “desafíos globales” desde el cambio climático, escasez de agua, alimentos, libre comercio, terrorismo, armas de destrucción en masa, etc.

El llamado “poder inteligente” es un concepto en relaciones internacionales definido por el académico y politólogo norteamericano Joseph Nye como: la habilidad de combinar poder duro y suave en una estrategia ganadora. (Dicho en términos latinoamericanos, la habilidad de combinar zanahoria y garrote en el ámbito diplomático, sin excluir la amenaza o uso de la fuerza armada, pero dando mayor uso a los medios que no implican el uso de la misma). Esto involucra el uso estratégico de la diplomacia, la persuasión, la capacidad de construir consensos multilaterales en el orden global y la proyección del poder e influencia en formas que el costo-beneficio sea efectivo y tenga “legitimidad política y social” por parte de los actores que lo utilizan. Esencialmente, compromete tanto el uso de la fuerza militar y todas las formas de la diplomacia contemporánea (Crocker, et al)

Contrario a la política exterior de Bush, el uso del poder inteligente se propone como una respuesta liberal alternativa a los neoconservadores (liberalismo internacionalista), dando mayor protagonismo a las instituciones internacionales de postguerra que el propio país del norte ayudó a crear (instituciones de Bretton Woods), como la ONU, en contraposición al marcado unilateralismo ejercido por EU durante la administración Bush. Así, se revierte la fórmula ideológica hacia el multilateralismo en las relaciones internacionales, en una especie de “egoísmo ilustrado” que beneficiaría al interés nacional de EU.

En su discurso de toma de posesión, Obama hizo énfasis en el liderazgo estadounidense hacia el resto del mundo. El mandatario es consciente de la debilidad coyuntural de EU en la actual recesión económica, quedando relegado a su poderío militar para su propia seguridad y defensa y proyección de poder. Este poder debe ser utilizado de manera “prudente”, retomando los tradicionales valores democráticos de predicar mediante la fuerza del ejemplo (poder y autoridad moral). En la actual coyuntura, la visión de política exterior de Obama percibe con agudeza un mundo globalizado, crecientemente interdependiente, donde el cambio de paradigmas obliga a ejercer una diplomacia con “enfoque inteligente” para confrontar los desafíos multidimensionales de nuestra aldea global. Con ciertas reminiscencias del liberalismo de rostro humano de Bill Clinton, Obama infiere que EU no puede resolver todos los problemas del mundo por sí solo y que al mismo tiempo el resto del mundo necesita de un liderazgo pro-activo de EU. En este contexto, al ser la agenda tan abarcadora, se hará necesario establecer prioridades y tomar selectivamente decisiones difíciles que probablemente contradigan las expectativas en torno al nuevo inquilino de la Casa Blanca.

Sin soslayar la amenaza a la seguridad e intereses estadounidenses proveniente del terrorismo, los lineamientos de la política exterior del presidente Obama buscan la cooperación y la negociación en vez de la confrontación como medio para debilitar las raíces del fenómeno terrorista: “hambre, pobreza, desesperación y caos”. El enfoque humanista y de alto contenido idealista, pero viable a la vez en su contenido social, se proyecta en la construcción de “lazos de humanidad común” entre los pueblos del mundo.

Las primeras señales indican que la esencia de la política exterior de Obama estará inspirada por el poder transformador de las ideas y sus propias convicciones personales. Ante los nuevos desafíos que el planeta en su totalidad confronta, el mundo espera con ansías una política exterior distinta a la de su predecesor en la Casa Blanca, donde no prime la visión rígida y ortodoxa de un mundo radicalizado por los mercaderes de la desesperanza, el miedo y la violencia.


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