Este artículo es dedicado cariñosamente a todas aquellas personas especiales que solo celebran su nacimiento cada cuatro años, el 29 de febrero. Bisiesto, del latín bissextus, representaba la repetición del sexto día anterior al 1 de marzo, es decir, se celebraba dos días seguidos del mismo 23 de febrero en los años bisiestos. Ahora, cómodamente, se agrega un 29 de febrero al final del mes.
El 29 de febrero es una fecha establecida poco a poco en los diferentes países, algunos en forma relativamente reciente, aunque se utiliza en Roma desde el siglo XV. Por ejemplo, en la Unión Europea, el 29 de febrero solo se convirtió en el día bisiesto oficial y obligatorio para todos sus países en el año 2000 d.C.
Cayo Julio César, dictador vitalicio de Roma, solicitó la colaboración del astrónomo griego Sosígenes de Alejandría, para copiar el sistema del calendario solar egipcio y así establecer un nuevo calendario romano para el año 46 a.C. Por iniciativa de Marco Antonio se le asignó el nombre de julio a este mes, en memoria de Julio César, y por decisión del senado, en el año 23 a.C., se le puso el nombre al mes de agosto en honor a Octavio Augusto, primer emperador romano.
Sosígenes calculó que el equinoccio de primavera transcurriría durante el 25 de marzo para el año 45 a.C. En el concilio ecuménico de Nicea (325 d.C.) se fijó la celebración de la Pascua (domingo de resurrección), el primer domingo después de la primera luna llena de la primavera. Pero el primer día de la primavera se había adelantado al 21 de marzo, para el año 325 d.C. Por lo tanto, la iglesia cristiana estipuló que el domingo de resurrección debía acontecer después de la primera luna llena que sucediera el 21 de marzo o inmediatamente después del 21 de marzo. En esta forma, el domingo de Pascua solo puede transcurrir entre el 22 de marzo y el 25 de abril. El miércoles de ceniza solo, entre el 5 de febrero y el 10 de marzo.
Para el año 1582 d.C., el equinoccio de primavera ya se había adelantado en 10 días completos, transcurriendo para ese año, durante el 11 de marzo. El papa Gregorio XIII decidió arreglar el calendario juliano y dejar de celebrar el año bisiesto cada 100 años, exceptuando los múltiplos de 400, a partir de ese año (1582 d.C.). Además, para no contradecir al concilio de Nicea del año 325 d.C., en el que se había establecido el primer día de la primavera para el 21 de marzo, se eliminaron 10 días completos del calendario. El día viernes 5 de octubre de 1582, pasó a ser, automáticamente, el día 15 de octubre de 1582.
El calendario romano nunca tuvo días de la semana. Pocos años antes del concilio de Nicea, la semana cristiana tenía solo seis días. Fue en el año 321 d.C., con el emperador romano Constantino I, El Grande, cuando se implantó que la semana tendría siete días. Se designó un día de descanso para alabar a Dios, el domingo, día de la resurrección de Jesús, que también era día de adoración al sol, del culto a mitra, otra religión muy popular en Roma de la época. Hay que renombrar aquí la figura de Constantino, como probablemente el personaje más importante de la iglesia cristiana, después de Jesús. Por medio del Edicto de Milán, se designó al cristianismo como la religión oficial del imperio romano. Constantino, no solo puso los siete días de la semana y legisló el Edicto de Milán, sino que al llamar al concilio de Nicea instaló de una vez y, probablemente para siempre, el 21 de marzo como el primer día de la primavera en el hemisferio norte.
En el año 525 d.C., el papa Hormisdas encargó al monje Dionisio, El Exiguo, establecer como año primero de la era cristiana el de la encarnación de Jesús. El problema es que se equivocó en cuatro años, por lo que dedujo que Jesús nació en el año 754 de la fundación de Roma (Ab urbe condita), cuando debió suceder hacia el año 750. Por lo tanto, Jesús nació en el año cuatro a.C. Suena un poco estrafalario o cacofónico decir que Cristo nació cuatro años antes de Cristo, aunque es lo correcto. No existe el año 0. Al año 1 a.C., le sigue el año 1 d.C. El calendario gregoriano actual, comienza desde el año 1, cuando Jesús tenía tres años cumplidos y vivía el cuarto año de su infancia. Lo que intentó Dionisio, erróneamente, era que Jesús fuera concebido un 24–25 de marzo, primer día de la primavera en su tiempo, y que naciera en Belén un 24–25 de diciembre (luego de nueve meses de embarazo), del primer año de la era cristiana. Pero su equivocación provocó que Jesús naciera cuatro años antes del año 1 d.C., y muriera crucificado en Jerusalén, en el año 29 d.C., cuando tenía 33 años de edad.
Tenemos que decir que la mayoría de las fechas a las que nos hemos referido, están calculadas en retroceso. Definitivamente, Julio César no podía adivinar que Jesús nacería 40 años después de su muerte, y con Cristo, una nueva era. Cuando César crea el nuevo calendario en el año 46 a.C., era realmente el año 707 de la era romana, puesto que el calendario juliano, al igual que el calendario romano previo, usaban la fundación de Roma del 21 de abril de 753 a.C, como la fecha para comenzar a contar los años. La fundación de Roma, del latín Ab urbe condita, se abrevia como auC. Asimismo, Julio César murió en el año 709 auC, Jesús nació en el año 750 auC, el año 1 d.C. transcurre durante el año 754 auC y el concilio de Nicea fue en el año 1078 auC. En el año 2335 auC, con el papa Gregorio, fue cuando, en forma ya oficial y definitiva, al menos por la Iglesia católica, se cambió la numeración al año 1582 d.C. (aunque ya la desacertada numeración de Dionisio se venía usando desde siglos anteriores). Si Jesús no hubiera existido, probablemente estaríamos viviendo ahora el año 2761 auC (era romana), en vez del año 2008 d.C. (era cristiana). Si no fuera por la metedura de pata de Dionisio, estaríamos viviendo ahora en el año 2012 "d.C. auténtico".
