Una parte de mi ser siente alegría al observar la evolución económica que tiene Panamá: edificios en construcción, desarrollo turístico, inversión extranjera… Sin embargo, tengo que confesar que me embarga la duda y la desconfianza cuando mi otra parte observa el dolor y la injusticia. El corazón se me encoge y toca fibras profundas cada vez que veo entrar por la puerta de la Fundación Piero Rafael Martínez de la Hoz a una persona sin brillo en sus ojos y le escucho hablar acerca de dolor, tristeza, rabia, rencor, vacío, resentimiento, odio o violencia. Eso nos obliga a recordar y a tratar de comprender los escenarios en que se desenvolvieron tantos acontecimientos pasados.
Soy una convencida de que todos estos sucesos acaecidos tales como el envenenamiento, el accidente del bus, el incendio de Curundú, Prados del Este… entre otros, no se pueden y no se deben olvidar, mas no digo que debemos quedarnos atrapados en el círculo del rencor (a pesar de lo triste y doloroso que hayan sido, también nos dan la oportunidad de aprender y hasta nos señalan cómo podemos vivir dignamente dentro de la sociedad, si nos proponemos enfrentarlos). Por tanto, sería conveniente que todos nos formuláramos la pregunta: ¿qué estamos haciendo?, ¿realmente estamos enfrentando todas estas pérdidas o estamos en negación y evasión? Hay que estar claros en que ni las leyes ni las normas pueden borrar el dolor, y el mito de que el tiempo lo mitiga es cuestionable.
Pareciera que estuviéramos conspirando contra nuestra sociedad: conspirar es no hacer, es evadir y mirar hacia un lado, conspirar es quedarnos atrapados en el círculo de la comodidad, es decir "viremos la página", conspirar es quedarnos pasivos y esperar a que otros hagan.
Las secuelas de un duelo pendiente para una nación son mucho más difíciles de sanar pasados los años. Echemos un vistazo al pasado: ¿qué pasó con las familias que durante la invasión sufrieron pérdidas físicas?, ¿qué les deparó el destino?, ¿a estas familias se les ha dado la oportunidad de sanarse?, ¿qué llevan en sus corazones?
Entonces, si evitamos mirar el pasado, no podremos vivir en un presente que vislumbre un futuro sano. Solo así aprenderemos de nuestra experiencia sufriente para poder transformarnos, con toda probabilidad, en personas con un mayor nivel de crecimiento y, quizás de esa forma, nuestra sociedad también pueda crecer y madurar desde lo aprendido.
La atención, sensibilización, y reeducación de la comunidad en el proceso de duelo, a través de estrategias metodológicas, misión de la Fundación, me impulsa a escribir estas palabras que están inspiradas en el deseo de crear conciencia, pues no podemos seguir sin hacer un alto. Debemos estar claros que para poder sanar las heridas hay que profundizar e integrar medidas de reparación ya sean asistenciales, simbólicas o preventivas. Esto implica visión y voluntad política y un compromiso social de no aceptar en ningún momento y bajo ninguna excusa que estas situaciones serepitan.
Somos nosotros parte de una maravillosa sociedad en potencia, somos quienes construimos edificios altos, quienes limpiamos nuestras calles, quienes creamos y modificamos nuestras leyes, somos quienes producimos el arroz y el poroto o comercializamos algún tipo de producto. Por eso, traigo a colación las sabias palabras de Lao Tzu. Él dijo que: "quien no reconoce los problemas termina dejando la puerta abierta, y las tragedias surgen". Somos nosotros y nadie más quienes debemos afrontar y solucionar nuestros problemas.
Por tanto, no podemos seguir conviviendo con la lástima, esta tiene que desaparecer para que descubramos la compasión y la misericordia. La lástima implica resignación y la resignación no es un proceso activo, por lo que corremos el riesgo de quedar anclados en el pesimismo y la impotencia sin tener la mínima ilusión de querer salir hacia delante. La compasión, la misericordia, si bien parten de un dolor inicial, se impregnan de la bondad del ser humano, del amor hacia los demás y hacia uno mismo, por lo que pueden convertirse en procesos activos que nos ayuden a construir una mejor sociedad desde la comprensión y la empatía.
Un duelo pendiente se caracteriza por acciones destructivas y desintegradoras, mientras que afrontar, nos convierte en una sociedad evolucionada donde predominen las acciones constructivas y sintetizadoras. Todos estamos claros que el dinero, los títulos, el estatus y en general lo material no puede garantizar la paz, dignidad y libertad que a gritos nos lo está pidiendo una sociedad que arrastra muchos duelos pendientes.
