El mundo como lo conocíamos ya no existe, es un recuerdo que no volverá, al menos no a corto plazo, como el cambio permanente que hubo en el mundo y de forma mucho más profunda en Occidente, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. De igual modo pasará con el mundo post-pandemia. Los cambios políticos y sociales serán prácticamente irreversibles, sobre todo en lo referente a los requisitos de viaje y libertades de reunión, entre otros cambios que permanecerán en nuestra cultura y comercio por muchos años, y Panamá, al igual que el resto del mundo, tiene la tarea hoy de elegir entre adaptarse y avanzar o aferrarse al pasado y rezagarse política, social y económicamente.
Pero más allá de estas consecuencias lógicas de un mundo temeroso de algún nuevo brote, existen cambios que no fueron generados por la Covid-19, más sí fueron acelerados por este último. Para este caso, nos referimos al impulso y consolidación que tuvo la economía digital en su desarrollo, sin la cual habría sido imposible lograr avances tan rápidos en la contención de este virus letal.
La economía digital es un término que hace referencia al impacto de la tecnología digital en los modelos de producción y consumo. Esto incluye la forma en que se comercializan, intercambian y compran los bienes y servicios.
Dentro de este amplio universo llamado economía digital, existe un apartado que ha dado mucho de qué hablar en tiempos recientes. Hablamos de las criptomonedas, sobre todo tras la decisión del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, de convertir al bitcoin, la más representativa de las criptodivisas, en moneda de curso legal en El Salvador.
¿Qué es una criptomoneda y cuál es su relevancia?
Básicamente, cumplen la función de una moneda; sin embargo, es algo totalmente digital, que utiliza métodos criptográficos para asegurar sus transacciones financieras, controlar la creación de nuevas unidades y verificar la transferencia de activos. También posee características atractivas para el inversor en este activo, puesto que posee un carácter especulativo en la gran mayoría de casos, ya que tasan su valor únicamente por criterios de mercado (oferta y demanda) y no posee una entidad centralizada que fije su valor.
Son muchas las ventajas que presenta esta tecnología innovadora que apenas da sus primeros pasos, como los contratos inteligentes, la escalabilidad, transacciones rápidas, sin intermediarios, etc.
Al final, la efectividad de este mercado para mejorar y agilizar la economía digital de nuestro país dependerá de los niveles de aceptación que tanto el mercado nacional como el gobierno y el Estado le brinden. Por ello cabe mencionar que resulta necesario un marco regulatorio jurídico acertado, que busque darle un verdadero respaldo y garantías legales a este mercado emergente, puesto que resultaría positivo que se tome en cuenta esta prometedora tecnología en nuestra legislación y se vean con buenos ojos, a nivel institucional, las posibilidades que ofrece de mejorar aún más nuestra economía. Se debe evitar darle un enfoque centrado más en el cobro de impuestos y la institucionalización burocrática que en realmente brindar condiciones atractivas para esta innovación financiera, la cual debe ser apoyada en primera instancia y no antagonizada con excesivas burocracias que no solo resultan ineficientes para sus propios objetivos estatistas, sino que se oponen a la naturaleza fácil y rápida con la que se opera en este mercado.
Las criptomonedas son el futuro de la economía digital, por ello resulta de vital importancia que el ciudadano participe y se empodere con la abundante información que hay en los medios digitales al respecto, además, claro, de exigir mejores condiciones para este mercado en el Órgano Legislativo y evitar que se convierta en otro rubro inalcanzable por las infinitas e innecesarias trabas y burocracias.
El autor es abogado e inversionista en criptodivisas

