Mucho se habla de la calidad de educación que tenemos en Panamá, y durante todos estos años se ha querido experimentar con modelos educativos de otros países, que no responden a nuestras realidades.
Es paradójico que se importen especialistas de otros lugares cuando en nuestra República hay una gama de profesionales que pondrían nuestro sistema educativo a la vanguardia de los países del primer mundo, eso por un lado. Por otro, la dicotomía de los gobiernos de no buscarle una solución real al problema educativo, dilatando las soluciones con pseudos eventos, foros, congresos y otros, donde un montón de "charlatanes", sin una perspectiva clara hacia dónde ir, son los encargados de los planes para una educación integral que todavía hoy no cumple con lo dispuesto por la Unesco para una educación de calidad a nivel mundial.
Estos son los objetivos primordiales para mejorar la educación a nivel mundial que deben implementarse antes de 2015: ampliar la protección y educación integrales de la primera infancia, dar a todos enseñanza primaria gratuita y obligatoria, fomentar el acceso de jóvenes y adultos al aprendizaje adecuado y a programas de preparación para la vida activa, aumentar en un 50% el número de adultos alfabetizados, suprimir las disparidades entre los sexos en la enseñanza y lograr la igualdad de género en relación con la educación, además de mejorar la calidad de la educación.
Como notamos en estos seis objetivos básicos, si los analizamos y los comparamos a nuestro sistema educativo, definitivamente algunos solo se ejecutan en un 40% y otros, casi nada.
Ahora bien, el problema educativo de nuestro querido Panamá es más complejo, cuando las raíces mismas de la mala calidad de la educación se encuentran en la incoherencia y mala orientación laboral que el Estado no ha sabido resolver. Explico, muchos profesionales que se gradúan de las universidades estatales y privadas, por la carencia de plazas de trabajo en nuestro país, ven en el sistema educativo una solución a sus problemas de estabilidad laboral, aunque en lo absoluto posean las cualidades y actitudes; es decir, la vocación para ser "educador" que es innata como cualquier servicio que se realice en pro de la sociedad (médicos, enfermeros, sacerdotes, etc.). A estos profesionales sin vocación docente no los culpo porque, aunque inmoral, las necesidades básicas de las personas están por encima de un problema que no se ha podido resolver por la incapacidad de lo gobernantes que durante más de 40 años han lucrado para sí mismos, sin importarles la seguridad social de quienes los eligen.
Hoy con la "pomada" llamada Inadeh, nuevamente se quiere resolver un problema que –ya se ha dicho en reiteradas ocasiones– es más complejo. Solo me queda la espera de un gobierno que deje atrás la politiquería y demagogia, y que se encauce para el bien común de la mayoría y no el de pocos, para construir un Panamá próspero.
Este Gobierno, sí así lo desea, podrá dejar un legado para las futuras generaciones y será recordado por una reforma educativa de progreso humanístico y científico, sin omitir ninguna asignatura que aunque no respondan a una realidad actual, se debe buscar su actualización y no eliminación para que sea coherente con el Panamá que deseamos.
