El pasado 31 de mayo, denominado como “Día mundial sin tabaco”, constituye la razón oportuna para enfocarnos en un tema vital para la salud pública, familiar, individual y, principalmente, infantil. Las mujeres, cuidadoras de la salud de la familia, tenemos que reflexionar sobre aquellos estilos de vida que nos inducen hábitos destructivos para nosotras y nuestros hijos. En esta tesitura, vamos a referirnos al tabaquismo, en el cual, hemos debutado, al punto que aunque “la gente sigue fumando en los mismos porcentajes, más mujeres lo hacen, más niños también”, según el Dr. Jorge Sinclair Ávila –Chest Foundation de Estados Unidos–. Ello, a pesar de las campañas concienciadoras de los promotores de salud.
Cuando las mujeres enfermamos por el consumo activo o pasivo del tabaco (las regulaciones para evitar el tabaquismo pasivo se cumplen a medias o quedan convertidas en letra muerta) se afecta un pilar esencial de la familia.
Al margen de la gran importancia que conlleva el cuidado y autocuidado de la salud de la mujer, esa responsabilidad aumenta durante el periodo de gestación, pues si los niños son vulnerables, más los son durante la etapa de dependencia básicamente de las madres para su cuidado, desarrollo y evolución. Por consiguiente, se impone reconocer la importancia de renunciar a los estilos de vida que le afectan desde su niñez hasta la adultez, tales como drogadicción, alcoholismo y tabaquismo.
Conviene saber, “que el tabaquismo durante el embarazo, sumado a una variación genética del bebé, multiplica por cuatro las posibilidades de asma” (Universidad de Michigan); la exposición al tabaquismo durante el embarazo implica un gran factor de riesgo en la población infantil y está relacionado con el incremento de niños nacidos con bajo peso. Estudios provenientes de Holanda señalan que fumar durante el embarazo podría ocasionar daño permanentes en las arterias del bebé (hijos adultos de madres fumadoras tenían las paredes de las dos arterias principales más gruesas).
Existe una clara relación entre el consumo de alcohol y tabaco con el sexo del bebé. Las madres que toman un trago semanal incrementan el riesgo de que las niñas puedan padecer defectos en su desarrollo cerebral. Fumar durante el embarazo aumenta en los niños el riesgo de que padezcan déficits atencional, otitis, labio leporino, déficits cognitivo de audición, o más propensos a sufrir enfermedades coronarias (Revista Europea Journal Neurociencia).
Gestantes fumadoras predestinan los hijos a ser fumadores precoces, dificultando en el futuro dejar la adicción. Investigaciones Cardiológicas de la Universidad de Buenos Aires encontraron que el tabaquismo provoca defectos en el corazón del bebé y luego se manifiesta cuando son adultos. Otros investigadores señalan que incrementa el riesgo de arterioesclerosis, lesiones en las arterias coronarias en el feto y aumenta la posibilidad de sufrir del corazón en la adultez.
El tabaquismo también está correlacionado con un significativo número de muertes súbitas en los bebés. Por ello, porque le amas, debes cuidar tu cuerpo, templo donde se crea y recrea la vida; pero acotamos, no es una responsabilidad exclusiva de la madre, también es inherente al padre, a los Gobiernos (que se cruzan de brazos) y a la sociedad en general.