Son numerosas las investigaciones que a nivel de la comunidad científica alrededor del planeta, se están llevando a cabo para encontrar una cura efectiva contra el Covid-19. Parece ser una de las carreras contra el tiempo más agobiantes que se ha librado en los últimos años, pues los nefastos impactos que éste nos ha dejado, constituyen una amenaza no solo para la salud de los seres humanos, si no para la de los sistemas económicos que garantizan la supervivencia y sostenibilidad de sociedades enteras.
Mantener este balance entre defender y respetar el derecho a la vida y a la salud de todo ser humano y, a la vez, preservar condiciones en los mercados a fin de evitar una subsecuente crisis social, se ha convertido en uno de los desafíos más difíciles que están enfrentando los gobernantes del mundo. Mientras no se tenga suficiente claridad acerca de la evolución en el comportamiento del virus en cuanto a los factores de inmunidad, la efectividad en los medicamentos para su mitigación y, finalmente una vacuna, los gobernantes y todos aquellos grupos de interés en la sociedad, tendrán que ir experimentando nuevas fórmulas que les permitan mantener dicho balance.
Un desafío similar tienen los líderes empresariales, pues aún cuando los gobiernos han actuado de manera ágil para mitigar los efectos de esta crisis, con medidas que les han traído un respiro temporal a ellos, a sus empleados, y a ciudadanos en general, esto no ha sido ni será suficiente. Es inminente que esta crisis ha golpeado de forma importante a pequeñas, medianas y grandes empresas, muchas de las cuales ya han cesado sus actividades de manera temporal o permanente; mientras que otras se están planteando cómo reanimar sus negocios, generar nuevas corrientes de ingresos, mantener el costo de la plantilla, que es uno de los más altos y, a su vez, salir a flote de esta crisis con costes adicionales a los pre-Covid-19, ya que, operar los negocios ahora incorpora el esencial elemento de invertir para preservar la salud de sus trabajadores y clientes.
En esa línea, múltiples son las posibilidades que podrían explorarse para guardar el distanciamiento físico, salvaguardar la salud de los grupos más susceptibles al virus, y aún así mantener una actividad económica que permita sostener fuentes de empleo. Ya en varias partes del mundo se están sondeando alternativas de cómo operar cuando las cuarentenas puedan irse atenuando, desde cómo coordinar el trabajo en grupos de jóvenes en edades entre los 20-30 años, que vivan solos y que puedan acudir físicamente a sus lugares de trabajo, y los que realicen sus actividades a través del teletrabajo—aquellos grupos etarios más vulnerables; o, cómo realizar el “reskilling” de trabajadores que habitualmente atendían al cliente cara a cara, para fortalecer sus habilidades de ventas y servicio en línea. (A propósito, estos ejemplos son perfectamente aplicables al sector gubernamental).
La vida nos ha cambiado para siempre, y así mismo las formas de relacionarnos, de hacer negocios, de estructurar las organizaciones alrededor de las nuevas necesidades y expectativas de clientes y de los ciudadanos. Es por ello que, en adelante, tanto gobernantes con empresarios; empresarios con sus trabajadores, con sus aliados y proveedores; instituciones con sus clientes- ciudadanos, deberán trabajar de manera colaborativa y sincronizada para generar nuevas formas de operar y coexistir.
Me viene a la mente esa frase de Albert Eistein “La crisis es la mejor bendición que puede sucedernos, porque trae progresos. La creatividad nace de la angustia. Es en la crisis cuando nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”.
Cuando logremos estabilizar los efectos de la pandemia del Covid-19 en nuestro país, lo sabio sería capitalizar sobre las lecciones aprendidas que nos ha traído esta crisis y generar a partir de allí un plan de retorno. Un retorno con nuevos modelos que generen instituciones y empresas más productivas, eficientes y ágiles, y también más centradas en el bienestar de sus trabajadores y de sus clientes. Para ello, habrá que desde ya, planificar esos espacios de convergencia, en el ánimo de que de ellos resurja un mejor país y una sociedad más justa, con mayor equidad y con probabilidades de progreso superiores.
La autora es experta en Transformación y Desarrollo Organizacional