Los que vivimos parte de nuestra niñez en pueblos del interior y luego emigramos a la ciudad capital, podemos dar testimonio de las significativas diferencias sociológicas que marcan ambos contextos. Muchos crecimos en los pueblos con un medio en el cual las relaciones de consanguinidad son mucho más estrechas, es decir hay vínculos familiares por todos lados. En Soná, como en muchos otros pueblos, el tiempo y las horas de trabajo son establecidas rutinariamente por el sonido de sirenas (cacho) que nos decían la hora de levantar, comer y acostarse o sea una especie de disciplina vernacular que de una forma u otra nos hacía más disciplinados. En nuestros pueblos siempre existió un “toque de queda” consensuado que disponía de ciertas horas de la noche solo para hacer lo estrictamente necesario y luego a “recogerse” en los hogares.
Tomando en consideración estas vivencias, se pueden establecer algunos lineamientos comparativos que nos pueden dar pistas del aumento considerable de casos de coronavirus en la ciudad capital y el estancamiento de las mismas en el interior:
1.Los niveles de ansiedad suelen marcarse mucho más en la ciudad ya que existen aspectos como la vida agitada, el anonimato, la violencia así como la dispersión de la familia que contribuyen a esto. En cambio, en el interior la vida es mucho más relajada puesto que la cercanía de amistades, familia y la solidaridad comunitaria contribuyen a esto, es decir, el individuo se siente que es tomado muy en cuenta.
2.En la ciudad el nivel de ansiedad y la “tiranía del horario” hicieron posible la aparición de la vida nocturna. La vida no acaba a las siete de la noche como en los pueblos, sino que comienza una vivencia de esparcimiento que es conocida como “fin de semana cultural”. Este estilo de vida fue interrumpido drásticamente por cuenta de la pandemia y los citadinos nunca estuvieron realmente preparados psicológicamente para esto, razón por la cual los fines de semana se trata de violar la cuarentena impuesta para seguir con el ritmo de la “vida social”.
3.La incongruencia en los protocolos de seguridad es otro factor de aumento de los casos de coronavirus en la ciudad. Existen lugares de afluencia de personas como los supermercados en los cuales algunos imponen medidas de verificación sanitaria como lavado de manos y toma de temperatura mientras otros no lo hacen. La policía pide la cédula en algunos establecimientos y en otros no. Esto explica la razón por la cual algunos supermercados están más abarrotados que otros.
4.Para los habitantes del interior, acatar las normas sanitarias es un asunto de vida o muerte. Existe más respeto por las disposiciones de la autoridad en los pueblos como Soná, en cambio en la ciudad, la fuerte “subcultura” del juega vivo ha tratado de minimizar el impacto del virus haciendo que la gente trate de recobrar la vida normal a como de lugar. Burlar la autoridad en la ciudad significa un logro, sin embargo en los pueblos del interior puede causar sentimiento de culpa puesto que la misma comunidad actúa como juez mientras que en la ciudad este tipo de autoridad se pierde.
5.Muchos jóvenes quieren ganar notoriedad haciendo videos en redes sociales porque quizá piensan que no van a ser detectados en la ciudad, en cambio en los pueblos del interior hay un mecanismo de divulgación muy efectivo donde al final todos se enteran si hay un tipo de transgresión a la ley.
6.El rol de la policía y las autoridades municipales ha demostrado ser mucho más efectiva en los pueblos del interior puesto que la misma se ha mantenido sin quiebres temporales. En la ciudad no se nota la presencia policial a ciertas horas y en lugares. En un inicio se hicieron operativos conjuntos con otras fuerzas de seguridad y luego esto se relajó. En la ciudad de Panamá todavía se observa gran circulación de vehículos utilizando salvoconductos “so pretextos” para realizar otras diligencias, sin embargo, en la mayoría de los pueblos del interior se puede observar la circulación de autos muy esporádicas puesto que sus habitantes suelen acatar más las reglas.
Un error que cometieron las autoridades de salud y que ha contribuido mucho a la falta de credibilidad en la ciudad es el hecho de las informaciones contradictorias. Es decir, en un inicio un epidemiólogo trató de minimizar el uso de cubre bocas y luego el propio Ministerio de Salud trató de promoverlas.
Parece una cosa tonta de creer pero muchas sociedades en América Latina se comportan como si fueran niños. Le harán caso a quienes les hablen fuerte y muestren recompensa y castigo. Sin embargo, no tendrán respeto con posturas que evidencian inseguridad en la toma de decisiones. Si estamos en una situación de emergencia como la que vivimos, no podemos usar dobles discursos: O se actúa como padre autoritario o se asume posiciones de “mamá pechona” pero no ambas.
Algunos argumentarán que en la ciudad de Panamá hay muchos más habitantes que en el interior razón por la cual es difícil mantener un control efectivo, sin embargo Wuhan es una ciudad de casi 12 millones de habitantes y el control de cuarentena impuesto minimizó la propagación del virus drásticamente casualmente por la disciplina y el respeto a la autoridad.
