De acuerdo con la mitología griega, el Rey Midas (RM) era el monarca que tenía la habilidad de convertir en oro todo lo que tocara. Según Aristóteles, la leyenda afirmaba que Midas murió de hambre debido a su extraño poder. Por esta cualidad, este rey era solicitado por todas las personas para que con sus manos pudieran lograr grandes riquezas, aumentar las que tenían, y salir de la pobreza. En ocasiones la ambición de algunas personas, les hacía pedir al RM que les echara en un saco todo, y por su ambición pedían más y más hasta que el saco se les rompía y se quedaban sin nada.
En el Siglo XXI esta historia de la mitología griega se repite en muchos casos de personas que piensan que con sus riquezas materiales pueden convertir todo lo que tocan en oro o en grandes fortunas, especialmente aquellas que se encuentran en el ámbito de la política partidista. Y no solo sus deseos de poder sobre las personas se conjugan, ya que a las otras personas les motiva estar vinculadas con este tipo de RM, al grado de endiosarlos como seres magnificentes, perfectos y dignos de ser alabados como líderes sociales, sin importar que su don de proveer riquezas faraónicas les pueda llevar al mismo final del Midas de Aristóteles.
Estas leyendas mitológicas formaron parte de la literatura escolar infantil panameña, de décadas pasadas del Siglo XX, con la moraleja de enseñarle a la niñez: que el oro y las riquezas no son el objetivo principal de la vida de los seres humanos. La honestidad, el trabajo honrado, los valores éticos, la humildad y el respeto a la dignidad humana, entre otros valores importantes, se enseñaban a la juventud utilizando estas leyendas en las que la ambición desmedida, la avaricia y alienación que produce el poder en todas sus formas, no tenía cabida.
En Panamá, esta magia mitológica griega, en vez de ser desechada ha sido replicada en muchas formas que se pueden reconocer claramente desde hechos como el caso CEMIS, hasta el famoso caso Odebrecht, de reciente data, cuando la justicia después de 18 años se declara impedida para juzgar a estos RM.
Paralelamente, los altos niveles de corrupción que los índices de percepción internacional le dan a esta pequeña República istmeña con escasos 4 millones de panameños, y galardonada entre las 10 naciones más desiguales del mundo, a pesar de su flamante crecimiento económico, envidiado por otros países de la región.
Los RM enquistados en las estructuras del poder político, judicial, económico, religioso, académico, cultural y social, han construido con sus manos esta sociedad de fuertes contrastes de desigualdad, utilizando el soborno y enriquecimiento ilícito de servidores públicos, que los organismos internacionales han declarado que encontraron en sus mediciones de corrupción en 2019 en Panamá (36 puntos en escala de 0 a 100).
Los RM como fenómenos en una sociedad, seguirán existiendo en la medida que la población logre desechar estos falsos ídolos de la democracia anhelada por todos.
El autor es sociólogo e investigador
