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Cuarentena y apertura

Ensayo y error: palabras claves

Hace como una semana, Manuel Lorenzo escribió un artículo en La Prensa en el que describía la ciencia como un proceso de ensayo y error... sobre todo cuando se está frente a un virus o problema hasta el momento desconocido.

Frente al nuevo y letal virus de la Covid-19, hay un problema geométricamente mayor, y es que la experimentación de ensayo y error incluye y afecta a toda la población. Debido a esto, los científicos encargados del experimento tienen el deber de dar explicaciones claras a los ciudadanos, para intentar lograr convencerlos de la importancia de asumir la conducta requerida para tener éxito con el experimento.

Para lograr una conducta que los científicos consideran necesaria en su experimentación existen dos posibles métodos: o se le explica a la ciudadanía la hipótesis del ensayo, con el objetivo de que por un acto de responsabilidad propia y solidaria mantengan una conducta que coincida con el experimento (la más difícil)… o se toma la ruta más fácil de usar: el miedo, el terror… y la fuerza bruta de las “fuerzas de seguridad” en un quiebre -a la brava- de los derechos constitucionales “para salvar vidas”.

Lo extremo de la ruta de fuerza escogida se vio cuando –a pesar de haber logrado un cumplimiento en conducta por parte del 90% de la población- la “noticia” más imporante de cada conferencia era el “rofeo” del ministro de Seguridad al anunciar el número de detenidos diarios.

Que hay otros experimentos en otros países con iguales o mejores resultados, ¡sí que los hay!

Ahora bien, la crisis inédita es una... con ingredientes de salud (incluida la mental y emocional), social y económica.

El gobierno que recibió el respaldo mayoritario de la población, un sine qua non para salir de la crisis mayor de la historia moderna, desafortunadamente escogió la ruta de la fuerza y fue equivocando caminos y malgastando su fe pública. Se fueron cometiendo errores terribles por falta de transparencia, frente a los cuales el presidente prefirió sacrificar la majestad y credibilidad de la Presidencia para proteger a un par de amigos…¡craso error para un gobernante! En la parte social quiso “aliviar” a la gran mayoría con una cifra ridícula (80 dólares) cuando la sola canasta básica pasa de 300 dólares… o sea un “quédese en casa… y muérase, no del virus sino de hambre”. Además, permitió el ingreso a palacio - como asesores - a elementos de un gobierno anterior que sin duda fue el más corrupto de nuestra historia, y esos asesores diseñaron una feroz campaña contra medios de comunicación y periodistas independientes. El presidente la paró y pidió excusas, pero en forma un tanto wishy-washy, sin firmeza de principios.

Finalmente, en los intentos de reabrir la economía gradualmente, el gobierno no se asesoró con los que saben, y ha cometido errores básicos y ridículos. Como ejemplo: abre la Corte Suprema de Justicia, pero permanecen cerrados los despachos de abogados… y para qué contar lo de las empresas y profesionales. En toda esta tragedia de errores se ha perdido el don de mando. Todo se delega a los menos preparados y menos transparentes. Pareciera que -como lo dijo Jaime Cheng Peñalba– la cabeza del gobierpareciera estar “en coma”.

Sinembargo, a pesar de haber perdido en 60 días casi toda la fe pública, “nunca es tarde cuando la dicha es buena”.

Esperamos en julio el cambio radical pre-anunciado, nuevas caras experimentadas que gocen de la fe pública, y un plan racional de reapertura con fechas que permitan preparación con guías, no burocratización paralizante, todo ésto con el propósito primario de mantener los trabajos, y hacerle un “jump” a la economía.

“Apertura” -con cercos y tranques kilométricos en la Interamericana- es un gran engaño. Deben poner cercos razonables en los puntos de mayor infección… todo conversado con el país adulto, sin miedos, amenazas de fuerza… y volviendo a la Constitución, la ley y las instituciones.

Ya el experimento lleva 3 meses de sacrificios. Hay que reiterar que -como todo- la ciencia es ensayo y error…y que los errores no son fracasos. Son el proceso científico natural de hombres y mujeres respetados y admirados por su trabajo incansable.

Todos queremos cuidar nuestra salud y la de nuestra familia, dentro de la realidad socio-económica de la misma. Lo que falta es una vuelta al convencimiento, eliminando la amenaza y uso de la fuerza. Somos adultos. ¡A tratarnos como tales, si hemos de conservar la gobernanza!

El autor es fundador del diario La Prensa


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