Buen hipócrita. Faenas rebuscadas al alimón de dos estilos diferentes de aparentar. Su temple y compostura sujetando el engaño se traducen en una desesperación ansiosa por la aproximación del término del periodo. Sin duda su momento ya fue. Aún queda tiempo para recoger.
Ensimismado y, ante la incapacidad de gestionar problemas reales, se dedican al onanismo administrativo. El ‘qué hay pa’ mi’ ha invadido como práctica usual para que gire el engranaje gubernamental. El descaro y la falta de lucidez mantiene nublados los criterios y la falta de carácter de los que ostentan estos cargos, planteando justificaciones absurdas o injustificables y apelando a culpar a gestiones anteriores.
Aunque los cínicos deberían estar descalificados para ser funcionarios públicos pues contaminan el ambiente político, se caracterizan por la falta de escrúpulos, de vergüenza y el descaro que no perdona dejar embarrados a familiares y allegados; éstos abundan en los cargos de elección pública, a los cuales se les unen rémoras que reclaman un supuesto derecho a un puesto para tener su quincena asegurada, aunque no hagan nada productivo para la comunidad o el estado.
Estas dos características, aunque infames y deplorables, suelen exponerse en los vídeos que se vuelven vírales en las redes sociales cuando observamos en ellas participar y exponer verbalmente a funcionarios de todas las jerarquías.
Las recientes manifestaciones ciudadanas muestran disconformidades con el desempeño de las autoridades electas. El #BastaYa clama porque se acaben el cinismo, el despilfarro, el robo y el soberbio ensimismamiento que caracteriza a muchos, que, ebrios de poder, creen que no hay mañana.
El reto es grande. Midamos, comparemos y aprendamos a escoger a quienes nos representan. Es desgastante todo el esfuerzo que hay que poner para lograr conseguir gente comprometida con una misión imposible de gobernar decentemente. Solo sabemos lo que sabemos… casi nada.
El autor es arquitecto estructural

