Lo voy a relatar tal como me lo contaron. Queda en manos del lector decidir si le parece chiste o parodia, o si es lo suficientemente cercano a la realidad como para ser anécdota. Esto empieza con la visita del inspector provincial del Ministerio de Educación a una escuela secundaria; el inspector llega, saluda a la maestra y a los estudiantes, dice su nombre y explica que está allí para ver cómo anda la educación de los muchachos; la maestra, no muy contenta, se queja de no haber recibido aviso previo sobre la inspección. “Precisamente, maestra, la inspección es sorpresiva por orden del señor ministro. Y ahora, a ver, tú (dice señalando a un estudiante), ¿quién escribió El Quijote?”.
El muchacho se levanta de la banca y tartamudeando, por el susto, contesta: “Yo no fui”. El inspector se vuelve a la maestra y le dice: “¿Usted oyó lo que dijo, que él no escribió El Quijote?”. La maestra, muy seria, responde: “Pues mire, señor inspector, el joven es uno de mis mejores estudiantes; si dice que él no fue quien escribió El Quijote, créame que no lo hizo; pongo las manos en el fuego por él”. El inspector va a la oficina del director de la escuela y procede a contarle al director la respuesta del estudiante y de la maestra. El director, después de escuchar el relato dice: “La maestra es una maestra abnegada y dedicada a los muchachos; si ella le cree al estudiante, es porque ella sabe, con seguridad, que él no tuvo nada que ver con el libro de ese señor El Quijote y eso, ni lo dude”.
El inspector se va a dar una vuelta por el pueblo y decide visitar al corregidor, a quien le cuenta lo del libro El Quijote; el corregidor escucha con atención y al terminarel inspector el relato, llama al policía que está en la entradade la oficina: “Cabo González, quiero que averigüe si alguien en este pueblo tiene algo que ver con el libro de un tal Quijote; y si encuentra al que lo hizo, me lo trae inmediatamente porque le voy a dar su merecido; esas cosas no se toleran en este pueblo. Váyase tranquilo, inspector, que esto se aclara hoy mismo”. Un par de días después el inspector le cuenta,de cabo a rabo, al ministro, todo lo acontecido en la gira. El ministro le pregunta: “¿Me está diciendo, inspector, que nadie pudo decirle quién escribió El Quijote?”. “Así como lo oye, señor ministro, nadie me lo pudo decir y todo fue tal como se lo acabo de contar”. El ministro se lleva las manos a la cabeza y exclama, indignado: “¡Ay, Ricardo Miró, cómo es posible que no sepan que fuiste tú!”.
Confieso que reí hasta las lágrimas oyendo este chiste. Porque primero lo tomé como chiste. Cuando paré de reír y lo analicé, opté por clasificarlo como parodia porque me negaba a considerarlo anecdótico. A lo mejor si me hubieran dado una pista sobre el ministro del cuento, hubiera sido más fácil clasificar el relato. Mas lo cierto es que este chiste/parodia/anécdota contiene mucho de verdad. La verdad dolorosa y bochornosa del deficiente estado de la educación en Panamá, cadena de eslabones débiles carcomidos por la desidia, la falta de visión, la corrupción, los intereses egoístas de los gremios y de los gobernantes, y la resistencia al cambio de los educadores. Hay debilidad general en todo lo que concerniente a la educación, que se agrava por el zigzagueo gubernamental para definir criterios y metas. El quita y pon ministerial no es la solución.
El artículo “Nueve diálogos y cuatro ministros”, (La Prensa 12/5/2008) de Ileana Gólcher, docente, investigadora universitaria, que conoce a fondo este tema, resume certeramente las deficiencias que nos sitúan tan mal en la escala internacional y en los análisis locales. Como causantes de la aguda crisis educativa, Gólcher señala, entre otros, los programas deficientes y obsoletos, no solo para los estudiantes, sino para educadores y personal administrativo; calendario académico reducido; leyes con telarañas; poco acceso a recursos tecnológicos y didácticos, y a textos; la pobreza; hogares desintegrados. El resultado lógico: alarmante índice de repetición de grados y de fracasos; deserción escolar; baja calidad intelectual. A estos males sume la mangajería administrativa y la corrupción, harto conocidas en el Meduca, institución mimada en el presupuesto gubernamental. Lo que cuento al principio es un excelente chiste. Si parece que se acerca demasiado a la situación educativa panameña, deja de serlo. Piénselo.