Walter Riso
A grandes rasgos, hay dos tipos de personas: aquellas que tienen una línea de pensamiento rígido, absoluto, inmóvil, y los que tienen una concepción flexible de su mundo y de lo que les rodea.
El primer grupo está compuesto por los intolerantes y dogmáticos, los de rigidez mental, los que tienen un norte que nunca modifican, ni bajo amenaza, y son esos seres los que han sido principalmente responsables de más de una guerra a lo largo de la historia de la humanidad.
El segundo colectivo está conformado por los dueños del pensamiento flexible, que pueden cambiar de opinión si les dan las razones por delante, sin imposición; porque pueden modificar su parecer en la medida de la lógica y la coherencia; son los que no siempre son la mayoría en la sociedad de todos los tiempos, pero que son capaces de defender su forma de pensar y la ajena.
Esa gente especial, los flexibles, no temen a la controversia, siempre y cuando sea totalmente constructiva, porque son capaces de dudar, y tratan de aceptar el error propio y el de los demás porque tratan de recordar su condición humana. De todo esto habla el ensayo ‘El poder del pensamiento flexible’ (Editorial Norma), de Walter Riso.