[HALLAZGO]

Otro eslabón perdido

Ninguna norma, ya sea escrita o no escrita, exige a quienes publican noticias científicas que sepan algo de ciencia. Pero los que redactan los titulares podrían, al menos, preguntar. Esta semana se ha hecho público el hallazgo accidental –llevaba tiempo exhibiéndose como objeto decorativo– del esqueleto fosilizado y casi completo de un mamífero que vivió hace 47 millones de años. Se apunta que pudo ser el ancestro común de todos los primates que aparecerían unos cuantos millones de años después. Pues bien, bastantes diarios han dado crédito a ese descubrimiento con la frase siguiente: “Encuentran el eslabón perdido entre el hombre y el mono”.

El disparate es mayúsculo. Lo es en términos estrictos, porque no existe eslabón alguno posible entre seres humanos y monos. Los linajes respectivos de unos y otros no son contiguos; se interpone entre ellos, al menos, la rama de los gibones, los siamangos y los orangutanes que se desgajó del conjunto de los simios antes de que el resto de éstos –los simios africanos, incluyendo a los humanos– comenzase a divergir. Habrá, claro es, “eslabones” comunes a simios y monos pero no existen, ni perdidos ni encontrados, entre monos y humanos. Si perdonamos detalles técnicos enojosos como el mencionado y, concediendo el beneficio de la duda, entendemos que las palabras funcionan en los titulares poco más que a título de metáfora, ese supuesto hallazgo tampoco es como los amantes de los eslabones perdidos lo narran.

Lo que ha aparecido es un fósil cercano a los actuales lemúridos; un animal que hace casi 50 millones de años trepaba ya a los árboles y anticipó el camino evolutivo de los verdaderos primates. Los primatólogos llevan décadas discutiendo acerca de si los plesiadápidos del Paleoceno, que llevaban una vida arbórea pero carecían de visión frontal y mano prensil, merecen ser llamados primates o no. El hallazgo de ahora mantiene sus garras pero cuenta ya con un pulgar.

El fósil rescatado para la ciencia, “Ida”, es muy hermoso y goza de un estado de conservación magnífico. Permitirá sacar nuevas conclusiones acerca del modo de vida de los seres arbóreos de aquel entonces, de la época –el Eoceno– en que se produjo la aparición de los primeros ancestros de todos los primates posteriores. Habría de pasar mucho tiempo todavía para que hubiera monos en el viejo y el nuevo mundo, y más aún hasta llegar al momento en que aparecen los homínidos, hace cerca de 7 millones de años. Si queremos referirnos a los humanos que conocemos ahora, no surgimos hasta hace 200 mil años; un suspiro si nuestra presencia se compara con la de aquellos primeros primates. Pero da igual. Cada vez que aparezca un fósil con pinta de parecerse no ya a un mono, sino a una ardilla, habrá quien hable del eslabón perdido. Que, habida cuenta de las veces que llevamos encontrándolo, sería cosa de meterlo en el libro Guinness de los records idiotas.


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