Para sentar premisa indispensable debe citarse la sintética definición que la Real Academia Española ofrece para utopía: "(Del griego. Lugar que no existe). Plan, proyecto doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación". Cuando se analiza su acepción sajona, surge el uso que le dio Thomas More para titular su famoso libro, que representa una isla imaginaria, de impráctica percepción, donde se disfruta de perfección política, legal y social.
Sentada esta proposición, no cabe menos que señalar la debilidad de su vinculación con el sentido práctico, nada fantasioso ni inalcanzable, que tiene la ética en el acontecer humano. La ética es el aspecto práctico de la filosofía; se refiere a la conducta del hombre, en lo que trata el problema del bien y del mal, de lo justo y lo injusto. La ética es el lado positivo de la moral; el instrumento que da vida y relevancia a los valores fundamentales de respeto mutuo, de justicia, de paz y de armonía; es el comportamiento específico dentro de parámetros compartidos de aceptación social; el mecanismo de la decisión íntima ante dilemas personales y sociales, siempre al tenor de la indispensable condición de libertad del hombre; "factor indispensable de credibilidad, de competitividad y de supervivencia en el periodismo" como se apuntó en el seminario antes mencionado.
No comparto con Nietzsche su aserto de la inexistencia de hechos, sino solo de interpretaciones. Cuando un hombre hace a otro lo que no desea que le hagan a él, que es raíz de la ética, no solo se somete, según su grado de sensibilidad, al pesar y al remordimiento que a muchos ha llevado por el camino de Judas, sino también, y en mayor desafío, al desprecio, al desprestigio, al irrespeto y al ostracismo. Estas son consecuencias palpables, no figuradas, de la violación de códigos y principios éticos.
El proceder ético, por otra parte, es fuente de satisfacción personal, hasta de orgullo, de respeto comunal, de evidente reconocimiento tangible y de amplio apoyo, como resulta evidente con la alta circulación con que se premia a diarios serios y éticos, y con los honores y la confianza que se dispensan a hombres honorables.
Una calidad humana como la conducta ética no puede ser una ficción ni un sueño irrealizable, cuando la falla en la ética no solo afecta al individuo sino también al grupo familiar, al gremial, al profesional, al ámbito nacional.
Intensas lecturas y conversaciones estrechas con amigos académicos prestigiosos, me permiten esbozar que la ética es la búsqueda de la felicidad que se fundamenta en lo justo y virtuoso. La utopía se interpreta como el lugar donde sería posible esa felicidad. La ética, según connotado filósofo, es el esfuerzo que hace el hombre, por medio de su conducta y su acción, para hacerse digno de esa ansiada y sólida felicidad... Lo utópico de la felicidad se puede hacer realidad a través del esfuerzo del hombre por ser digno y ser bueno.
Nos toca entonces trasladar al acontecer diario la fortaleza ética, imprimirle el más urgente carácter de diseminación y de consolidación, por el camino del ejemplo y la sanción personal, aun a costa de sacrificios.
