Luego de muchos años, volví a la isla de Taboga que podría decirse, recupera poco a poco su otrora bien ganado nombre de la isla de las flores.
El viaje en la nave de la empresa que da el servicio de transporte ida y vuelta es bastante seguro. No obstante, creo que deben organizarse un poco mejor en el muelle de la playita de Amador y deben darle mantenimiento a los chalecos salvavidas, pues están ciertamente sucios. Alguien se quejó del servicio higiénico de una de las naves. De todas formas es muy válido el celo que mostraron los tripulantes de abordo, que exigían a los pocos pasajeros incumplidos, que se pusieran sus salvavidas.
Sugiero que en Amador, principalmente, exista algún puesto de primeros auxilios, dado que hubo un incidente de desmayo de una pasajera el lunes de Carnaval y no había nadie que supiera dar primeros auxilios.
Al llegar a Taboga observé con mucho agrado que varios residentes se han organizado en lo que parece una cooperativa de alquiler de sombrillas, sillas, petates y neveras portátiles, necesarios para pasar un maravilloso día de sol.
Una vez instalados en la playa que usufructuaba el desaparecido hotel Taboga, recibí el atento ofrecimiento de los asociados en este bien montado negocio, de proveernos de hielo, refrescos, cervezas y comidas, a cambio de alguna modesta propina.
Cerca de las 5:00 p.m., cuando parte el último barco hacia la ciudad de Panamá, se inicia un operativo de limpieza de la playa que es irresponsablemente ensuciada por algunos visitantes. En poco tiempo, estos acuciosos taboganos la dejan lista para la faena del día siguiente, que se inicia bien temprano, cuando se puede observar un simétrico y multicolor manto de sombrillas que resplandece ante el sol naciente, a la espera de sus momentáneos inquilinos.
Sugiero colocar recipientes de basura de algún material resistente a la corrosión estratégicamente en la playa, para facilitar la disposición de deshechos de los bañistas a medida que se retiran.
Recorrer el pueblo durante la frescura de la tarde es un verdadero deleite. No he encontrado ningún lugar en Panamá más limpio que Taboga. Cada mañana, muy temprano, un puñado de ciudadanos se entregan a la tarea de recoger papeles, latas, botellas, plásticos, envolturas, etc. que van dejando los transeúntes.
Luego viene la tarea de regar las plantas ornamentales y florales que bordean la vía costanera. Todo se encuentra en buen estado de mantenimiento, incluso la mayoría de las casas de sus residentes.
Felicito a las autoridades y a los taboganos que dan un ejemplo al resto del país (sin demeritar a nadie), de lo que es la explotación responsable del turismo; debemos imitarlos.
Me dicen que existen grandes proyectos turísticos para Taboga. Espero que respeten, como lo han hecho muchos residentes foráneos, el entorno ecológico de la isla y no la llenen de moles de cemento y acero. Sería lamentable.
El verdor de la isla persiste; sus aguas claras y bastante limpias, al igual que las playas que en mi opinión deben ser mejoradas un tanto, eliminando parte del material rocoso que no sea necesario, deben preservarse.
Taboga no tiene nada que envidiar a otros destinos turísticos similares que han sido catapultados por la publicidad internacional. Prometo volver a la isla y hacer de ella mi lugar de descanso preferido. ¡Vale la pena!
