ALÉRGICOS A DIOS.

La fe religiosa, ¿un concepto irracional?

No deja de admirarme el fervor y pasión de los proclamadores de la "buena nueva" del ateísmo que exaltan, no tanto exponiendo sus propias bondades, cuanto denigrando al Dios de los creyentes y a los creyentes en Dios. Eso sí, un dios que ellos mismos se han construido en su mente y que nada tiene que ver con aquel en que creen los creyentes bien formados y sensatos; y en concreto con el Dios revelado en Jesucristo. Un dios, por ello, en el que yo tampoco creo.

Los alérgicos a todo Dios, excepto al "dios–hombre", intentan demostrar la "irracionalidad" de la fe en un Dios trascendente, considerándolo un "concepto inhumano y absurdo", como ha afirmado recientemente el Dr. Xavier Sáez–Llorens. Ponen, en cambio, su fe inquebrantable en el evolucionismo científico materialista, según el cual todo, incluido el hombre, procede de la materia bruta e inerte, en constante evolución, sin intervención alguna de un Dios inteligente. ¿Creen, de verdad, "racional" pensar que una materia bruta e inerte, pueda, por sí misma, dar un día el salto de gigante a seres inteligentes, autoconscientes, libres y capaces de amor? Las más sanas filosofías afirmaron siempre: "Nadie da lo que no tiene". Y donde hay una inteligencia, siquiera en estado latente, hay un "alguien" por detrás, porque la inteligencia marca la diferencia entre el "el algo" y el "alguien". ¿Es la materia "algo", o "alguien"?

Los "sin Dios" confunden, de ordinario, el hecho de Dios con los modos en que tantas veces lo han pensado, tanto ateos como creyentes. No podemos colgar a esa inteligencia suprema todas las mezquindades humanas, como no podemos colgar a la "razón", de la que está dotado el ser humano, todas las irracionalidades cometidas por los seres humanos a lo largo de la historia. Y no por eso dejamos de creer en la razón. El Dios bien entendido ha sido siempre el referente, el acicate y el apremio a superar todas esas mezquindades humanas. El escritor inglés, Paul Johnson, nada sospechoso de religiosidad, hace un recuento, en su Historia del Cristianismo, de las oscuridades de la historia religiosa, en concreto de la cristiana, y termina afirmando: "Esto ha sido la historia humana con el Cristianismo. Pero ¿se han preguntado qué sería la historia humana sin el Cristianismo?". Y valdría lo mismo decir: Esta es la historia humana con seres dotados de razón. Pero ¿se han preguntado qué sería la historia humana con seres carentes de razón? No confundamos las cosas: ni el hecho de Dios ni el hecho de la racionalidad del hombre quedan afectados por las miserias humanas opuestas tanto a la razón como a Dios.

Me admira, repito, la fe y fervor de los "sin Dios" en el evolucionismo científico materialista, como explicación racional de la realidad. El evolucionismo, en cuanto tal y no materialista, fue admitido, de hecho, antes que la ciencia lo constatara: Agustín de Hipona sostuvo ya, en el siglo V, que Dios creó todo "en semilla, para que evolucionara en el decurso de los tiempos".

Creemos respetable toda opinión, en la medida en que se fundamente seriamente. Pero hay quienes, en su pasión por borrar a Dios, hacen razonamientos cuyas falacias descubriría un escolar. El autor antes citado, en uno de sus recientes escritos informa: "La tierra se formó hace 5 mil millones de años; y la vida apareció mil millones de años después. En este milenario silencio celestial el concepto de Dios brilló por ausente… El vocablo ‘dios’ es por tanto extraordinariamente nuevo en la historia del universo". Pero ¿no dice creer en el evolucionismo científico? Si, como Agustín de Hipona ya sostuvo, Dios creo todo "en semilla, para que evolucionara en el decurso de los siglos", ¿qué espera nuestro entusiasta del evolucionismo: que la noción de Dios hubiera aparecido cuando el hombre no era sino una "larva"? La noción de Dios, en efecto, apareció en el despertar de la razón y la conciencia. Y desde entonces, y durante milenios, el número de ateos no sobrepasó el 0.2%. de la población mundial. Ha sido en nuestros tiempos que ha aumentado hasta el 12.7% actual, según las estadísticas.

Tanto el sentir universal como la praxis manifiestan que si quitamos a Dios del horizonte humano la vida del hombre quedará a la intemperie: sin fundamento, sin sentido y sin meta. Y todos los más altos valores se quedarán sin motivación convincente. Si la vida del ser humano no es sino un frágil evento entre dos nadas, sólo tiene sentido sacar a ese corto espacio el máximo placer y disfrute a costa de lo que sea y de quien sea, de acuerdo a los propios instintos y apetencias. Cada cual buscará lo suyo y ¡sálvese quien pueda! Y eso es lo que ha empezado ya a ocurrir.


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