No uso una camisa roja todos los días. Tampoco soy asiduo a los juegos de nuestro selección nacional de fútbol en el Estadio "Rommel Fernández". Aún así, me considero fanático de la "marea roja". ¿Porqué? Porque ya es parte de la idiosincrasia del pueblo panameño. Porque en medio de los escándalos de las exoneraciones a los "padres de la patria", de la corrupción galopante en la cosa pública y privada, de la impunidad rampante de los "poderosos", de una justicia en entredicho, de un gobierno impopular y de la degradación constante de la política criolla, forjadora del "juega vivo" y de la demagogia, surge el fenómeno de la "marea roja", que no tiene dueño ni amo, porque es la fuerza moral y espiritual que fortalece la conciencia del panameño que cree en su patria y en su gente.
De lo más profundo de las entrañas de nuestra raza, de nuestro legado y de nuestra nación nacen, crecen y avanzan los hermanos Dely Valdés, Luis Tejada, Jaime Penedo, Julio Medina III, Felipe Baloy, Patón Phillips, Lucho Moreno, Rivera, Blanco, Gómez, Henríquez, en fin, todos esos deportistas que con su corazón como arma, y una preparación física a duras penas por falta de recursos, son verdaderos héroes del acontecer nacional. En un deporte tradicionalmente ajeno al terruño, nunca habíamos gozado esta euforia y emoción, comparable tal vez, con los triunfos del legendario Mano de Piedra. Y si de unidad nacional hablamos, junto con la Teletón 20-30, no encuentro otro fenómeno que haya podido unir al panameño sin distingos de color, sexo, religión, clase social o inclinación política.
La antropóloga Ana Elena Porras, en su reciente libro titulado Cultura de la interoceanidad, enumera en uno de sus capítulos lo que ella denomina metáforas del Estado nacional, o sea, una serie de narrativas de la identidad nacional que van moldeando, forjando y desarrollando una cultura o un comportamiento panameño o a lo panameño. Destaca y desarrolla con brillantez frases como "Emporio comercial", "Puente del Mundo", "Panamá cosmopolita", "Crisol de razas" y "Panamá 2000", para mencionar tan solo aquellas frases proactivas de nuestra identidad. Sin duda alguna, yo agregaría a esta lista la "marea roja", como un fenómeno que llega en el mejor momento, para que el panameño perciba y entienda que vivimos en una tierra de oportunidades, donde podemos superar todos los obstáculos si así se lo proponen nuestra conciencia, nuestro espíritu y nuestra dignidad.
La Copa de Oro fue un éxito, un logro y casi hasta un milagro. Y no me refiero al trofeo en sí, el cual no lo podremos custodiar los próximos dos años. Me refiero al trabajo, la dedicación, la garra y la constancia mostrada por la selección nacional de fútbol que contra viento y marea, nos probó con creces que para ser ganadores no hay que levantar trofeos, medallas o copas. Sigamos luciendo nuestra camisa roja, pero acompañada de la rosa blanca, cultivada para una paz justa, una justicia pacífica y en la esperanza de un país verdaderamente libre de violencia, de corrupción y de impunidad.
