La filosofía de la suricata y el amor

Geraldine Emiliani S. gemiliani23@hotmail.com La suricata mide 40 centímetros, se encuentra en Africa meridional y vive en grupos de 10 y 30 ejemplares. Es extremadamente cariñosa, fácil de domesticar y casi siempre está de buen humor. Todas las mañanas al salir de la madriguera, se ponen en fila sobre sus patas traseras ante el sol del amanecer para entrar en calor tras el frío de la noche. Entonces se asean unas a otras con ternura, emitiendo simpáticos sonidos. Esas muestras de cordialidad se extienden por media hora o más.

Los recién nacidos son el centro de atención; reciben visitas del grupo a cada momento y este se encarga de cuidar a la cría y a la madre. Cuando la hembra presenta por vez primera a los nuevos seres vivientes, el grupo le da una afectuosa bienvenida: desde dar chillidos de regocijo, hasta mordisquear con cariño el cuello de la madre y acariciar tiernamente a los recién llegados. Algunas hembras del grupo producen leche de manera espontánea para amamantar a la cría, lo que reduce la tensión de la madre.

Un experto en el estudio de estos mamíferos comenta: “En una ocasión observé cuando salía de la madriguera una hembra con su cría en la boca y gimoteando la dejó caer a mis pies. Pensé que estaba muerta; la tomé en mis manos con cuidado y me di cuenta de que estaba viva y que el propósito de la madre era presentármela a mí primero antes que los demás corrieran a felicitarla”. En otra ocasión, el científico se quedó dormido al lado de una madriguera y observó la salida de una camada; éstos se alinearon cerca de él y empezaron su ritual de limpieza y caricias. Entonces él les habló y estos pequeños mamíferos le respondieron con sonidos alegres.

Acercó su mano lentamente y comenzó a acariciar a la primera de la especie; la suricata se estremeció de placer y continuó las caricias hacia la siguiente de la fila incluyendo en todo momento al científico. Estimado lector: si esto no es sencillo y espiritual nada lo es.

Nosotros tenemos mucho que aprender de estos seres de la naturaleza, sobre todo por el afecto que exteriorizan. En nuestro diario vivir dejamos pasar la vida mientras la buscamos. Decidimos qué momentos son valiosos y cuáles son comunes. ¿Quiénes somos para creer que observar la luna o recibir el abrazo de alguien como muestra de gratitud, no es mejor que una fiesta? Las cosas aparentemente sencillas son dignas de veneración, sobre todo si el afecto que mostramos es demasiado sublime para esconderlo.

El verdadero afecto relacionado con la intimidad es fuerza y energía, y ayuda al crecimiento constante de cada uno. Hay diferentes grados de

intimidad en una gran variedad de relaciones que satisfacen diversas necesidades, desde las relaciones sexuales hasta las amistades profundas y duraderas. Se nos da la oportunidad de compartir, intercambiar información, sentimientos e ideas que bien pueden servir para contrarrestar las sensaciones de soledad y aburrimiento, y crear un ambiente confiable, seguro, de aceptación y confianza. Como diría Erich Fromm: “El hombre maduro encuentra sus raíces y a sí mismo solamente en su relación creadora con el mundo y en su sentimiento de unidad con la naturaleza y con todos los hombres”.

El afecto en la pareja debe ser sencillo y gratificante, sobre todo, al ofrendarle a la persona que comparte su alcoba unas pocas horas de paz y tranquilidad, teniendo como único testigo lo que contribuye al bienestar humano, lo que mece el alma: la música. El coqueteo doméstico es el que refuerza la idea de que las personas están juntas porque desean estarlo y no porque es lo apropiado, lo práctico y la costumbre.

Lo mismo ocurre con los amigos y parientes cercanos. Expresar preocupación, complacencia y admiración es vivir en el corazón del otro. Por ejemplo, si pudiéramos rescatar el arte de escribir cartas, así como el gozo de recibirlas; bien pensadas son huellas de nuestros sueños en letra cursiva. Las de amor son intimidad que se dirige al alma; intimidad con deleite espiritual. En ellas escogemos las palabras e imaginamos la respuesta del receptor. Escritas bajo la caricia de la inspiración, ellas también nos inspiran.

Otro arte olvidado es el de hacer regalos sin razón, sin fecha en el

calendario. La gente olvida a menudo que todo regalo requiere de un donante y de un receptor, sin miramientos; que como seres humanos tenemos algo que compartir; es signo de consideración y aceptación de ambas partes. Obsequiar algo hecho de la imaginación y creatividad, es el acto humano más renovador y gratificante que uno puede experimentar. Inténtelo. Es afecto que humaniza.

Usualmente, el amor y la amistad se encuentran en desventaja, produciendo dolor y sufrimiento. Recordemos que el amor es el sentimiento más codiciado por todos: vive deseoso de anidar en los corazones; los inconscientes no lo entienden, los hipócritas hablan de él sin conocerle, los vanidosos lo quieren para exhibirlo, los envidiosos lo desean porque otros lo tienen, los ególatras lo utilizan para su beneficio.

A pesar de ello, debemos recuperar con valentía y fortaleza lo que está en desventaja, sin vanidad ni envidia; y, cuando vivas con amor recibiendo sus beneficios sin esperarlos, te habrás amado a ti mismo/a. ¡Esto es lo grandioso de la obra del Creador! La suricata te lo confirma.

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