Un dicho ya muy viejo es que la democracia es el mejor de los imperfectos sistemas de gobierno. ¿Por qué el mejor? Porque los ciudadanos tienen libertad, incluso la libertad para elegir gobiernos malos y corruptos.
Sin embargo, como todos los sistemas, los años los van anquilosando; brotan ineficacias e injusticias y quedan exhaustos, provocando incluso la tentación autocrática (pérdida de la libertad) por parte de ciudadanos incautos. Por ejemplo, ¿cuántas veces no escuchamos hoy a ciudadanos demócratas gritar justificadamente, desesperados con la corrupción (mientras protestan en las calles), “¡cierren la Asamblea!”, sin realizar que están en realidad pidiendo romper la democracia e instaurar la dictadura? (Ejemplo: Fujimori en Perú y otros). Los extremistas de izquierda celebran estos exabruptos y, como dice el maravilloso Pepe Mujica (exguerrillero, expreso político y expresidente constitucional de Uruguay), “los extremos proponen cataclismos”, todos fracasados.
Yo –como luchador perpetuo por la democracia- estoy convencido (como dice el título de este artículo) que la democracia tradicional está exhausta; ha llegado a su fin porque, a pesar de todo lo bueno que ha logrado, no ha podido resolver sino solo mitigar el grave problema de la desigualdad... y éste es un defecto inaceptable, porque está siempre dejando atrás a miles y millones de seres humanos que viven –con justificada rabia- esta crasa injusticia. Para lograr corregir esto a tiempo y salvar el sistema democrático y sus libertades, tenemos que proponernos lograr cambios radicales y novedosos que, en el menor tiempo posible, corten de tajo la pobreza dentro del sistema democrático.
Para lograr un cambio radical y a tiempo en democracia, hay que accionar haciéndole un by-pass a la espesa burocracia gubernamental y pasar importantes fondos de inversión (no subsidios) directamente al ciudadano (quien, como dueño de su propio fondo de inversión, de tajo deja de ser pobre) y que sea él –el ciudadano– quien decida si va a invertir en su casa propia, su micro empresa o en educación de calidad para sus hijos. ¿Imaginan el país que tendríamos si todas las utilidades del Canal (este año fueron $2,500 millones) estuvieran en un fondo soberano intocable, con una subcuenta que incluyera el nombre de cada uno de nuestros ciudadanos? Cada ciudadano tendría hoy, en esa cuenta de inversión con $19,170 millones, la suma de $4,790 por panameño, ganando intereses y dividendos. Panamá sería un país sin pobres -¿imaginan ésto?-. Por supuesto, los gobiernos tendrían menos dinero para inversión... y para la corrupción y robadera. Habría menos botellas y doble sueldos... ¡Y seríamos otro país!
Ésta es solo una de las cientos de ideas radicales que podrían cortar la extrema desigualdad y llevarnos a asomarnos al primer mundo, de un solo salto.
“Bueno -dirán ustedes-, no lo hicimos”. ¿Para qué hablar de lo que no fue? Pues lo podríamos hacer ahora. Además, el país tiene posibilidades de otros ingresos tamaño Canal , lo cual hace del presente un buen momento para iniciar la idea y garantizar un país democrático y estable a nuestros hijos, nietos y, en nuestro caso, bisnietos.
Terminando este artículo, leo el discurso que dio en Ecuador el nuevo secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, donde dice “el modelo político de democracia liberal ya no es sostenible”. Dicho por el faro de la democcracia del mundo, ésto ya no es la opinión de un simple ciudadano, como quien escribe este escrito.
En dicho discurso, Blinken confiesa los errores de Estados Unidos durante los últimos 30 años, que dieron como resultado que hoy el 70% de los latinoamericanos y 60% de los norteamericanos estemos insatisfechos con la democracia.
Entre los errores está el medir resultados según el PIB, dado que margina a las minorías. Otro error, según Blinken, ha sido la perspectiva de asistencia a las fuerzas de seguridad, en vez de atender las causas de la delincuencia y narcotráfico. El otro es ignorar la desigualdad social propia del sistema.
Blinken anuncia entonces una nueva estrategia de Estados Unidos, así: 1) atacar la corrupción como un problema de seguridad nacional para Estados Unidos (iniciando su nueva estrategia con arrestos con nombre propio de Saab, Pollo Carvajal y los dos hijos de Martinelli); 2) garantizar la seguridad ciudadana en su raíz; 3) ampliar el sostén social (ver mi idea), y 4) reducir la demanda de droga en su propio país.
Como ven, en este importante discurso de un poder mundial, la democracia liberal tradicional ya está exhausta y requiere cambios radicales para su conservación.
Piénsenlo, amigo lector. Incluya sus cambios y entonces apúntese.
¡Apúntese! No viva porque nació; viva con una causa, ¡con un motivo superior para vivir! ¿Qué motivo puede ser mayor que el hacer libre y estable nuestra propia tierra? ¡Esa debe ser nuestra motivación ciudadana diaria!
El autor es fundador del diario La Prensa


