Se me ha cumplido un sueño de juventud: la comisión de garantes ha propuesto un sistema de salud socialista para mi país.
Un sistema de prestaciones único, con un solo pagador, el Estado, con cobertura universal y la equidad asegurada gracias a su organización por niveles de atención. Con participación permanente de la comunidad y un Ministerio de Salud, con otro nombre, no sea que te vayas a asustar, cuyo ministro sea escogido por concurso de méritos. El ingreso al sistema, por concurso. (¿También los internos?) Las jefaturas, todas también por concurso (aunque a las jefaturas les llamen, púdicamente, "asignación de funciones"). Todo perfecto, salvo esa manía de no llamar a las cosas por su nombre.
Por ejemplo, la compra de servicios. El Seguro Social, y a veces también el Minsa, siempre han comprado servicios, cuando la condición del paciente o las diabluras de los proveedores de medicamentos o de equipos lo han exigido. Esa compra de servicios consuetudinaria ni ha privatizado a la institución ni ha llevado a ello. "Externalizar" no es privatizar, porque el pagador sigue siendo el mismo, y esto hay que aseverarlo en voz alta y con fuerza, pero la comisión ha esquivado delicadamente el bulto, no ha querido desenmascarar resueltamente a los demagogos, ignorantes y cínicos que día a día agitan el cuco de la privatización ante cualquier medida que tienda a la eficiencia o a la satisfacción de las necesidades de los pacientes.
De manera que para tratar de aplacar los ánimos y para prevenir acusaciones de esa dirigencia médica, gremial y sindical denunciada correcta y públicamente por varios de los comisionados, aceptan que "externalizar" es privatizar, piden perdón y la toman con Consalud. Este sistema favorece la corrupción, dicen. Lo que equivale a decir que el Reglamento de Tránsito favorece la coima y que, por lo tanto, hay que cambiar la ley, no a los corruptos.
Las bondades del sistema de Consalud, dicen, no son tales, "solo" expresan la baja calidad de todo lo demás. No importa si cuando le preguntas a los usuarios se muestran satisfechos de la atención recibida. ¿Qué sabe un pobre ignorante de San Miguelito lo que le conviene?
Las fallas de Consalud y del hospital de San Miguelito no son fallas del sistema. Basta con leer, con objetividad y seriedad, las leyes y reglamentos que los regulan. Son fallas de quienes no han querido que el sistema funcione, a propósito, por razones ideológicas, políticas o mercenarias. Sólo tenían que preguntarle a uno de los comisionados, cuyo viceministro se encargó de poner el sistema a funcionar. O a las autoridades actuales del Seguro y del Minsa, quienes han retenido los pagos por servicios prestados durante meses y quienes, al igual que sus antecesores, no han querido cumplir con su responsabilidad de las auditorías médicas y financieras previstas por la ley.
Estas concesiones de principio le quitan seriedad a la propuesta, permiten que la politiquería se cuele en el análisis y que, envalentonados, los gremios hagan lo que están haciendo, matar definitivamente toda posibilidad de cambio o asegurarse de que no se les toquen "sus conquistas", es decir, que no se ligue el salario al rendimiento en calidad y cantidad de los servicios prestados. Y este es el quid del problema. La ciudadanía debe saber, pero la comisión no lo dice, que todo lo que un médico tiene que hacer para ver su salario aumentar cada dos años, es no morirse. Si no se muere, le aumentan. Y la comisión se compromete a respetar esta situación.
El manejo del personal, en estas condiciones, no podrá ser dictado por un ministerio técnico desde el nivel nacional. Tendrá que ser conquistado, lentamente, por la autoridad de los jefes de cada sala, de cada institución. Es esta necesidad lo que fundamenta otro de los criterios que acertadamente se plantean, la creación de un patronato para cada hospital, que convierta a cada institución en una entidad autónoma, responsable de su rendimiento y que se gane, año a año, el presupuesto que se le asigna. Por ello la contabilidad de costos debió ser resaltada enérgicamente, pues por allí hay que empezar, si se quiere rendimiento con calidad. Pero ¿me aseguro de la cantidad y calidad del servicio creando un observatorio? ¿No es mejor que los que pagan, el Minsa y la Caja, desarrollen su capacidad auditora para asegurarse de que obtienen realmente el producto que contratan? Aunque es verdad que si no lo han hecho en San Miguelito pueden tampoco hacerlo con las instituciones del nuevo ministerio. Y siguen surgiendo interrogantes sobre la mejor manera de instaurar el sistema de medicina socializada de mis sueños. Es una discusión necesaria y útil. Pero con seriedad.