Llegué bajo un aguacero torrencial, y hay que pararse bajo el magro umbral que ofrece una puerta enrejada, donde hay que tocar el timbre, mientras se sigue empapando una. Luego, pasas por un pasillo melanocrato, cavernoso, lleno de cajas, hieleras y cuanto chéchere nadie se acordó de botar. Con mi habitual respeto al idioma, busqué antro en el diccionario, y dice: 1. Caverna. 2. figurado. Lugar que produce temor o repulsión. 3. figurado. Local de mal aspecto o reputación. Así que en este caso, se aplica. Siguiendo, el salón comedor es más chico de lo que pensaría uno, con mesas pequeñas y apiñadas; paredes cubiertas de cañafístula y, superimpuestos, afiches y letreros del tenor de está más loco que reloj de a peso; el día que el trabajo pague, los burros tendrán chequera; más peligroso que un barbero con hipo y finalmente, para comer y chupar no hay mas que empezar, lo que, junto con los cartones de 6-pack de cerveza que cuelgan del techo, nos recordó la misión a mano, y comenzamos a pedir.
El menú anuncia varios tipos de jugos frescos, pero los RDT se decantaron por una jarra de cerveza ($2.75) y pedimos, mientras, una orden de arepas. Vinieron chiquitas, blanquitas y gorditas, rellenas hasta más no poder de queso del país, algo subido de sal. Sin embargo, al añadirle chimichurri de la bandeja de condimentos que trajeron a la mesa, se bajó el punto de sal y quedaron bastante buenas. También probamos un seviche de pulpo que estaba bien ma non troppo y uno de camarones que aunque de buen sabor, estaban tan duros que parecían del pleistoceno.
RDT1 pidió una de las especialidades de la casa, la enorme bandeja paisa, rebosante de comida y suficiente para saciar a tres adolescentes engomados: carne en polvo, que es una carne molida después de cocinada, arepas, chicharrones, chorizos, arroz y huevo duro, acompañado de una cazuela de frijoles. Como dije, suficiente para tres adolescentes en miércoles de ceniza. Los otros RDT se decantaron por un lechón asado que llegó a la mesa recocinado, a punto de chinela, y una sopa de mariscos con camaroncitos, calamares, almejas, pescado, pulpo, cambombia y una langosta pequeña, pero entera, mas una porción de arroz blanco. No me importó que estuviera baja de sal, porque eso comprobó su frescura (muchas veces se esconde el marisco viejo si se sala bien) y fue buena compra. No obstante, lo mejor de todo fue mi filete al ajillo, enorme (calculo, fácil, una libra), que vino acompañado de unas yucas fritas también muy buenas y que por supuesto, no pude terminarme. Lo pedí a término medio y así llegó a la mesa, otro punto a su favor.
De postre, no tenían casi nada de lo que anuncia el menú y pedí un flan y francamente, casi me atoro con el primer bocado, de lo malo que estaba. Otro más del pleistoceno. A pesar del servicio sumamente amistoso y de la comida francamente sabrosa, no creo que vuelva: entre más tiempo pasa, más deseo alejar la experiencia y ahora que hay una mayor oferta de cocina colombiana con ambientes mucho más acordes con mi concepto estético, no voy a extrañar este sitio. Dixit.
Calificación: * 1/2 Presupuesto: $ $ Dirección: Vía Cincuentenario, diagonal a la entrada a Costa del Este Horario: De 10:00 a.m. a 2:00 a.m. Teléfono: 271-0519 Acceso a discapacitados: incómodo y apretado Aceptan: efectivo y tarjetas de crédito Recomendamos: bandeja paisa ($10.95), filete al ajillo ($14.95) Buena relación costo calidad: sopa de mariscos ($6.95)
