El 9 de junio de 1971, sujetos vinculados a la Guardia Nacional secuestraron al sacerdote Héctor Gallego, párroco de Santa Fe de Veraguas. A pesar de los quince años de "democracia" que hemos vivido tras el desalojo de la dictadura militar, el Ministerio Público ha sido incapaz de esclarecer la desaparición del cura, cuya labor le ganó el afecto imperecedero del campesinado veragüense tanto como la hostilidad de los gamonales de la zona, parientes del dictador y, todavía hoy, gente influyente en el partido de los cuarteles (entre ellos, por cierto, está uno de los voceros más conspicuos y oficiosos del gobierno de turno).
Aunque se ha dicho que el padre Gallego fue arrojado desde un helicóptero militar al mar, hay versiones que indican que fue ajusticiado de otra manera. Lo cierto es que 34 años más tarde, los pormenores del caso siguen siendo un enigma. Es una vergüenza para el sistema judicial panameño que no sepamos cómo murió el padre Gallego, que sus restos mortales no hayan podido ser identificados y que los autores materiales y morales de su exterminio no hayan recibido el castigo correspondiente a su alevosa acción.
Hace unos meses, el arzobispo metropolitano, monseñor José Dimas Cedeño, conversó con la procuradora general de la Nación, Ana Matilde Gómez, en relación con el caso del padre Gallego. El prelado solicitó que el Ministerio Público practique nuevas pruebas de ADN a los restos recuperados en 1999 y 2000, en Tocumen (La Prensa, 4 de febrero de 2005).
Tras los exámenes de rigor, se comprobó que una de las osamentas era de Heliodoro Portugal; la otra, de acuerdo con la Comisión de la Verdad, era de Ever Quintanar. Se ha sugerido que una de las osamentas restantes, no identificadas, podría ser del padre Gallego.
Para sustentar dicha hipótesis, se menciona que en el bolsillo de un pantalón exhumado con los restos se encontró una moneda de un centavo, conmemorativa del Cincuentenario de la República. Poco antes del secuestro, un amigo, Diego de Obaldía, le había regalado al sacerdote un centavo del Cincuentenario (La Prensa, 29 de octubre de 1999). Además, la señora que le lavaba la ropa al padre Gallego identificó el pantalón y dijo que pertenecía al cura."Al tocar las prendas de vestir, la lavandera sufrió un impacto emocional que aún la mantiene afectada".
"Héctor sólo tenía tres pantalones y esta mujer era quien se los lavaba, por lo tanto, ¿quién más que ella podía conocer sus prendas de vestir?", señaló Nubia Gallego, hermana del religioso (La Prensa, 28 de noviembre de 1999).
Tiempo después, un informante presentó a la Fiscalía Auxiliar una fotografía en que el sacerdote lleva puesto un pantalón semejante al que se encontró en Tocumen. Una fuente que la vio en 1999 informó que la imagen desapareció misteriosamente (igual que el padre Gallego). Ojalá que en este aniversario del secuestro, la persona que llevó la fotografía al Ministerio Público vuelva a aportar evidencias que contribuyan a esclarecer el crimen cometido en 1971. Es más, si usted sabe algo sobre el particular, puede escribir a la siguiente dirección electrónica: dondeestagallego@hotmail.com, en la cual se recibirá y tramitará su información con la mayor reserva.
Por el bien de la justicia panameña, tan maltrecha y cuestionada, así como por la tranquilidad de los deudos de las víctimas de la dictadura, conviene que el Ministerio Público con fotografía o sin ella ordene la realización de pruebas fidedignas de ADN a las osamentas encontradas en el malhadado cuartel de Tocumen. Mantener dichos restos en el anonimato, existiendo los medios para identificarlos, constituye una violación a los derechos humanos y una inaceptable denegación de justicia.
