Propio de nuestra hilaridad panameña que nos hace adaptarnos a las condiciones más adversas, nos permite igualmente llevarnos tranquilamente en las cosas más versátiles.
Y versátil es un adjetivo que viene como anillo al dedo al preciado líquido (que en este caso no es el agua) que mantiene nuestro motor día a día en actividad.
Es del conocimiento de cada panameño que el precio de la gasolina en Panamá es, sin duda, muy oneroso, y en especial, cuando se compra un crudo barato como el de Venezuela y se refina al costo nacional pero de monopolio. De manera que inmediatamente se encuentra el primer gravamen virtual no estipulado para los derivados del petróleo; están además los impuestos oficiales y el costo del flete que no me atrevo a especular por caer en la exageración (pudiendo ser positiva o negativa.)
Curiosamente me he tropezado sin querer en el término del que iba a hablar: especular. Cada vez que tenemos la oportunidad de observar alguna cinta referente a las bolsas de valores y Wall Street, notamos la fascinante habilidad de los corredores de bolsa para calcular en centésimas de segundo los dividendos, las cotizaciones y los puntos propios del negocio de las acciones.
Dichos señores basan todos sus aciertos en la especulación, o sea una construcción futura de la situación en base a una serie de situaciones endógenas y exógenas que les permite elaborar la estrategia correcta para sacar la mayor gananacia o bien tratar de perder lo menos posible en el mundo oscilante del mercado. Gran destreza sin duda.
Ahora, el panameño común que dice ignorar mucha de la mecánica del libre mercado se ha convertido en un corredor de bolsa, con la diferencia de que no compra acciones sino gasolina. Nótese la constante incertumbre en que vive a diario; escucha las noticias o las lee e inmediatamente se entera de que mañana subirá el costo o que bajará, lo que hace que corra a la estación más cercana con la esperanza de que se mantenga al mismo precio. Es el corredor más malo porque nunca obtiene ganancia, pero por lo menos evita la pérdida.
Así es como se maneja el espíritu especulador presente en cada panameño, que día a día evita ser más acosado por el oligopolista mercado de la gasolina bursátil.
