0 Henry, seudónimo de William Sydney Porter, uno de los grandes humoristas de la literatura norteamericana, fue el cómplice y el delator de un mundo que permaneció por un buen período de tiempo lejos de mis lecturas y de mis ambiciones literarias.
En agosto del año pasado tropecé felizmente con un texto de Henry intitulado La cosa es la obra que, además de tratar sobre una extraña historia de amor, plantea con un toque de misterio la confusión de identidades.
No obstante, el relato nos deja maravillados, cuando una conjunción de indicios inesperados le allanan el camino a la bella protagonista para descubrir finalmente quién es realmente el personaje que amó y que había sido dado por muerto por el pretendiente despreciado.
En el Panamá de hace cuatro décadas, en cierta ocasión fue arrestado un personaje popular, no por una confusión de identidades, sino por una confusión de vocales.
Todo da a entender que ellos buscaban un antisocial apodado Chelitoy y sacan en claro, con los que lo conocían, que era un hombre delgado.
En medio de intensas pesquisas, se dan cuenta de que existe un señor con el sobrenombre de Cholito, cuyo apellido era Delgado, y nuestros investigadores no se arredran ante la diferencia de la vocal e transformada en o, y el Cholito Delgado es conducido como invitado especial a la Pensión Modelo, aunque un tiempo después fue liberado al comprobarse el error de las vocales y el hecho de que su apellido no tenía nada que ver con su contextura física.
Alan Stewart Konisberg es el nombre muy poco conocido del famoso Woody Allen. En su cuento intitulado Una aproximación a los fenómenos psíquicos, Woody se pregunta si alguno de nosotros no ha sentido el contacto de una mano helada sobre la nuca una noche en que haya estado solo en su casa.
Woody responde que a Dios gracias a él nunca le ha pasado, pero los hay que sí.
Además se pregunta si uno puedo ducharse después de la muerte. Y luego anota que estas preguntas acerca de los fenómenos psíquicos han sido contestadas en un libro de próxima aparición intitulado ¡Buuuu!
Años después leí un artículo firmado por Kurt Vonnegut donde revela que según estadísticas consultadas por él, el envejecimiento trae aparejada la pérdida de la capacidad de no darle seriedad a los problemas y tomarse la vida en broma.
Según Vonnegut, los hombres pierden esa capacidad a los 70 años y las mujeres a los 29 años.
Según esas estadísticas, todavía nos alegramos con los 100 por los 70, siempre y cuando viajemos a bordo del Pequod.
