"Aprovechar carnavales para participar de la misión comercial que acompañó al Gobierno en la firma del tratado de libre comercio con Singapur…" El desarrollo de este pequeño país impactó profundamente a los miembros de la delegación en la cual me encontraba.
Singapur tiene aproximadamente 4.5 millones de personas de origen chino, malayo e hindú viviendo cómodamente en un país del tamaño de la isla de Coiba y con estándares de vida iguales a países como Italia y España.
Este singular país empezó como una comunidad de pescadores que, por su ubicación geográfica privilegiada, se transformó en un centro de comercio de la región. En 1959, al declarar su independencia del Reino Unido, Singapur contaba con un producto interno bruto per cápita de 400 dólares y un desempleo de 14%.
La isla era un punto importante para el tráfico de drogas en la región, las calles eran sucias y las instituciones del estado corruptas.
Sin embargo, con la llegada del primer ministro Lee Kwan Yew y un grupo de jóvenes visionarios, el destino de Singapur se transformó por completo.
Algunas de las primeras medidas tomadas por el nuevo gobierno fueron la limpieza de la ciudad, el castigo a funcionarios corruptos y la corporatización de las instituciones del Estado, fomentando la productividad y la transparencia.
Paralelamente, se empezó un esfuerzo sostenido en educación: se importaron a la isla los mejores educadores de la región, se enviaron jóvenes a las mejores universidades de Europa y Estados Unidos, y se promovió la educación técnica en sectores como el transporte, la logística y el turismo. Estas, entre otras medidas educativas, han preparado a Singapur para el éxito.
Además de la inversión constante en educación y tecnología, Singapur eligió enfocar esfuerzos en industrias de alto valor agregado en la cadena de producción: no producen, pero refinan petróleo, no cosechan café, pero lo procesan, empacan y exportan; no producen piezas de computadora, las ensamblan y distribuyen. Importante: el desarrollo económico se tradujo en bienestar de la población — el sistema de salud es moderno y de buena calidad, el transporte público funciona y, lo más importante, los recursos del Estado han sido utilizados para promover casa propia para el 85% de la población.
Por último, el Estado, a través de un sistema judicial efectivo, castiga todo comportamiento destructivo e ilegal, a veces, —y eso es usualmente lo que más se critica del modelo Singapur— a costas de las libertades ciudadanas. Es sabido, por dar un ejemplo, que los castigos por desacato a la ley son tan severos que el tráfico de drogas es castigado con la pena de muerte.
El resultado de 40 años de trabajo es ejemplar.
Hoy Singapur cuenta con un producto interno bruto de 121 millones de dólares (12 veces el de Panamá), un ingreso per cápita de aproximadamente 24 mil dólares anuales, un crecimiento anual de la economía en los últimos años de aproximadamente 7% y un desempleo de 3%.
Panamá y Singapur son países con mucho en común: el tamaño de su población, la mentalidad emprendedora, el hecho de ser centros de comercio, la multiplicidad de etnias y diversidad cultural, la economía orientada al servicio, el sector marítimo desarrollado, el centro bancario y la zona libre, entre otros.
La pregunta del millón es entonces, ¿cómo podemos llegar a desarrollarnos como Singapur lo hizo? En mi opinión, la fórmula la revela el último párrafo del libro autobiográfico de Lee Kuan Yew, Del tercer al primer mundo: "Debemos aprender que somos parte de un mundo basado en el conocimiento... y para maximizar nuestras posibilidades de éxito debemos seguir tres principios básicos: La cohesión social, a través de la repartición de los beneficios del progreso, oportunidades iguales para todos, y un sistema meritocrático que promueva al mejor hombre o mujer para el puesto de trabajo, especialmente para los puestos del gobierno".
