Había un vez un rey, padre de tres hijas espléndidas. La más joven, Psiqué, era mucho más hermosa que sus dos hermanas y al lado de ellas parecía una diosa entre simples mortales. Se llegó a decir incluso que la misma Venus no podía rivalizar con ella.
Pero había un problema... los templos de la diosa estaban abandonados, sus altares cubiertos de frías cenizas y las ciudades consagradas a la diosa se convertían en ruinas. La diosa no podía aceptar semejante situación, y como siempre que se encontraba en apuros, requirió ayuda de su hijo, que unos llaman Cupido y otros Amor, y contra cuyas flechas no existe protección en el cielo ni en la tierra. Le contó sus cuitas, y, como siempre, se prestó a obedecer sus órdenes.
Usa tu poder le dijo ella y haz que esta pequeña desvergonzada se enamore locamente de la más vil y despreciable criatura que haya en el mundo.
Él lo habría hecho ciertamente si Venus, olvidando en el furor de sus celos que aquella belleza podría ilusionar al mismo dios del Amor, no le hubiera mostrado antes a Psiqué.
Cuando la hubo visto, el mismo Cupido se sintió con el corazón traspasado por una de sus flechas.
Este mito se puede encontrar en la novela El asno de oro o Las metamorfosis, de Apuleyo (s. II d. C.). La historia de Cupido y Psiqué es uno de los relatos de amor más representativa de la mitología clásica.
Y como se ha dicho, Apuleyo, el autor latino, es quien recoge la experiencia de Eros, el dios del amor o Cupido, como popularmente lo conocemos hoy día.
