El cerro Ancón no es un cerro cualquiera. En La identidad nacional en la poesía panameña, el escritor Aristides Martínez Ortega dice sobre el poema Al cerro Ancón: "La transformación de este accidente geográfico conocido como cerro Ancón, en no solo un símbolo, sino en un personaje de la histórica lucha por la soberanía nacional es obra y gracia de un poema de Amelia Denis". Jaime Ingram, distinguido intelectual y músico cita, en "Apuntes para una historia de la música en Panamá" la obra musical Fantasía al cerro Ancón, de Santos Jorge, autor de nuestro himno nacional. El Acuerdo 157 de 31/7/2001 del Consejo Municipal de Panamá lo declara símbolo de nuestra nacionalidad, área protegida y reserva natural.
Para la Asociación para la Conservación de la Naturaleza es "reserva natural, a la vez monumento histórico, en el núcleo de la ciudad de Panamá". El cerro fue, en época lejana, vigía y lugar de recreo; sus manantiales (de allí viene el "chorrillo", cuya pérdida lamenta la poetisa) aprovisionaron de agua a la población hasta 1904 cuando los estadounidenses lo prohibieron, y clausuraron sus pozos y manantiales. En sus faldas se construyó un hospital, y edificios, y perforando sus entrañas, un túnel de alta seguridad.
Gracias al tratado Torrijos-Carter pudimos volver a visitarlo sin la presencia del ejército extranjero. Para hacerlo más nuestro, la administración anterior de la Alcaldía construyó un centro turístico (incomprensiblemente descuidado por la actual) que reafirma nuestros valores nacionales.
El cerro Ancón, símbolo de soberanía, es santuario natural frágil y fracturado por la depredación. El gobierno de Moscoso, despreciando las leyes sobre el uso del suelo en las áreas revertidas, aprobó la concesión que permite la construcción de un teleférico en la cima, sin importar que el cerro esté lleno de contenido emocional e histórico. Lo que queda del amado cerro está en la mira de la voraz máquina de hacer dinero. ¡Mucho billete y a la porra la flora, la fauna, y el simbólico cerro!
¿Es que no hay una pulgada de tierra a salvo de la gula de los comerciantes? Los estudios de impacto ambiental deben contemplar valores culturales, históricos, y del ecosistema; el EIA que presentó Inversiones Guararé, afirman los ciudadanos que han seguido de cerca esta obra tan agresiva en un sitio tan frágil, peca de "deficiente, incompleto y vago"; parece insólito que la Anam lo apruebe a pesar de las deficiencias señaladas en el foro que lo discutió. Se talarían cerca de 200 árboles en menos de una hectárea; no "tres árboles por aquí, cinco allá y tres palmas", como dijo la promotora en carta enviada a la Anam.
El plan original, con un edificio de seis plantas para comercios y sala de conferencias, si bien fue modificado (¿por abuso extremo?), implica decenas de camiones cargando materiales; concreteras abriéndose paso sin contemplaciones; perforadoras generando ruidos de alta intensidad, etc. ¿Tendría sentido para los promotores el emblema nacional en la cima del cerro? ¿O para el mercadeo ondeará mejor la M de McDonald’s, o las luces de neón de un casino? (que brotan como "paragüitas de sapo" por todas partes).
Más representativo, me parece, sería el insaciable Cookie Monster o el voraz Pac Man.
Dar imagen y contenido a la "identidad nacional" no es fácil en este país, tuti-fruti de razas; pero el Ancón, como la torre de Panamá la Vieja, la pollera, los poemas Patria, de Ricardo Miró, Al cerro Ancón de Amelia Denis, y Panamá defendida, de José Franco, entre otros, han logrado proyectar lo que somos, y lo que recuperamos tras muchos años de estar privados de parte de nuestro territorio. ¿Vamos a dejarnos arrebatar el cerro Ancón para negocios en manos privadas? No puedo imaginar que el Gobierno francés mude la Torre Eiffel para darle paso a un mall, ni que de la Estatua de la Libertad guinde el teleférico con el que se haya podido encaprichar un Donald Trump, por ejemplo, ni que el cerro Ancón se convierta en un Loma La Pava. Porque hay símbolos que representan el orgullo de la nación y porque todo tiene un límite.
Inversiones Guararé llama "nuevos zonians" a los que se oponen al proyecto. ¡Absurdo! Es obvio que no entienden, ni les importa, que la bandera que ondea en la cima del Ancón es un permanente recordatorio de nuestras luchas; tampoco, el daño físico que esa obra causaría al cerro.
Amelia Denis escribió: "Centinela avanzado, por tu duelo/lleva mi lira un lazo de crespón/tu ángel custodio remontóse al cielo/!ya no eres mío, idolatrado Ancón!". ¡Alégrate, Amelia, tu Ancón ya es nuestro! Si el gobierno no lo salva, tendremos que intentarlo nosotros, los ciudadanos comunes. Porque el cerro Ancón no es un cerro cualquiera.