Sofia K. de Kosmas skosmas@prensa.com Por fin llegó lo que tanto yo esperaba, el Carnaval, lo que tanto yo esperaba. Las eternas líricas que entonan la canción de Pedro (Pedrito) Altamiranda, identifican al publicista de 67 años como un ícono del Carnaval panameño, aunque él no lo admita. Se considera un panameño más del montón, que canta sobre el Carnaval.
No quiero pensar que soy un ícono del Carnaval, porque yo no creo que es cierto, comenta Altamiranda. Lo que pasa es que la gente me identifica y me recuerda por las tres canciones que tienen relación con el Carnaval, entonces me encasillan en él, agrega.
Esas tres canciones, Carnaval en la Central, Las Tablas y La salsa de Pedro, lo dieron a conocer como un personaje de la canción urbana. Y desde el éxito de esa primera canción, en el Carnaval de 1984, lo empezaron a encasillar. Pero Altamiranda empezó a componer canciones desde joven. El Carnaval se convirtió en material para sus canciones por sus vivencias a lo largo de los años.
Altamiranda tiene algo de razón, pues él no solo le ha escrito a los carnavales, sino que ha retratado las características más relevantes de la identidad panameña, y las ha inmortalizado en los coros de El Buhonero y Pueblo, entre otras.
Encasillado o no, su imagen profesional, vestido con traje y corbata, contrasta drásticamente con el bailarín en negro y ensombrerado, cantando en el escenario para las masas y quien describe viñetas de las festividades basado en su experiencia.
Y es que, según Altamiranda, la esencia del Carnaval, en teoría, es la misma.
El Carnaval, por más malo que fuera, y cada año es peor, es parte de nuestra cultura y parte de nuestra identidad, cuenta el artista. El panameño se desdobla; el Carnaval lo cambia, a hombres y a mujeres por igual, añade.
La frase del poeta español Antonio Machado lo describe muy bien: lo esencial carnavalesco no es ponerse careta, sino quitarse la cara. Eso es así, confiesa Altamiranda.
Cada día de celebración inspira una viñeta nueva para el cantaautor y es por ello que sus canciones son largas y descriptivas, pues retoma, mediante el recuerdo, la atmósfera que sienta el tradicional evento.
El Carnaval es parte de nuestra cultura y de nuestra identidad, considera Altamiranda, por más malo que fuera, y cada año es peor, agregó.
Una cierta nostalgia matiza sus ojos al admitirlo. Según él, hay que pensar qué se le ofrece al panameño en los carnavales. No se les da nada, concluye.
Pese a la atmósfera de relajo, desinhibición, jolgorio y despreocupación, ya no hay espíritu de Carnaval, pues es la preparación de esta fiesta lo que marca la diferencia. Como en Calle Arriba y Calle Abajo de Las Tablas, donde aún lo programan desde el año anterior. El Miércoles de Ceniza empiezan a hacer actividades de una vez para sacar dinero para la próxima reina, explica Altamiranda. Ahora, las cosas son diferentes.
La fiesta comienza el viernes, que es día de la coronación y queda a la vuelta de la esquina. Estamos perdiendo esa parte tan importante de nuestras vidas, que es prepararnos para una diversión de cuatro o cinco días; pero es la preparación para la diversión sabiendo que lo que viene es lo que tú esperas.
Y como dice la canción al fin llegó lo que tanto yo esperaba, el Carnaval, lo que tanto yo esperaba..... Quizás ya no es tan esperado. El alcohol y la mojadera son, por lo general, el enfoque del evento.
Carnaval sin licor no es Carnaval, opina Altamiranda. Eso son dos placeres que van juntos, porque todo con medida no es malo. Pero el Carnaval conlleva bailes en la noche, carros alegóricos, buenos desfiles, buenas comparsas, buena organización, las calles hermosamente adornadas, alegría, confetti, serpentina; que la gente salga con libertad a la calle; que la familia que se sienta bien, agrega.
Tú sales a la calle a ver un espectáculo todos los días y no te cuesta. Hoy día la gente sale a la calle a tomarse unos tragos, cuando eso lo hubieran podido hacer perfectamente bien en el patio de su casa, comenta.
A diferencia de otros, el éxito no cambió la vida de este artista. Según él, no fue nada que cambiara lo cotidiano, pues no es su medio de vida. Y como muchos, Altamiranda es introvertido, lo que exige un distanciamiento del público cuando se presenta.
Para mí el distanciamiento es vital; en él no hay pena. Si el público canta y corea las canciones, no me interesa, porque yo tengo un trabajo. El público pagó para ver mi trabajo. Si quiere participar, yo no se lo impido, pero yo no lo incito a que participe, dice.
Altamiranda cuenta que la última vez que estuvo en el escenario fue en julio del 2002, para la celebración de sus 35 años en el mundo de la música, ya que la practica desde el año 1967.
Pedrito prefiere los lugares donde hay menos gente. Este tipo de canción se disfruta más en un lugar más cerrado, con menos gente, donde tú te sientes más en familia, confiesa.
¿Y dónde pasará los carnavales este año? En casa y en familia, como es de esperarse.





