La creación de la carrera de sociología en Panamá surge como una necesidad de formación intelectual para el estudio de los fenómenos sociales difíciles de explicar desde un ángulo meramente político o psicológico. En la década de 1970 se realizaron grandes esfuerzos por implementar un mecanismo legal para formalizar en el plano educativo la cristalización de dicha disciplina social.
Recordemos que los años 1960 y 1970 son de mucha convulsión social a nivel regional y global. La sociología dotaría de instrumentos científicos para la mayor comprensión de los cambios que tan aceleradamente se dan en el mundo. De hecho, la sociología fue aceptada como una disciplina de mucho prestigio en los países desarrollados y contemplada con recelo en algunos países denominados “en vías de desarrollo”.
La exacerbada ignorancia la ligó con movimientos radicales y la ubicó con colores específicos. Fue precisamente en la Universidad Santa María La Antigua (Usma) donde surge la carrera como tal en Panamá; sin embargo, luego de varios años, la misma tuvo que cerrar por falta de matrícula.
Algún tiempo después, la Universidad de Panamá retoma la necesidad de que se sigan formando profesionales en este campo de estudio y en la década de 1980, por iniciativa de varios profesores universitarios algunos egresados de centros de estudios superiores latinoamericanos, se crea la escuela de sociología. En sus primeros años, la escuela de sociología en la Universidad de Panamá fue una de las más beligerantes en cuanto a luchas sociales. Allí convergieron cuadros político-ideológicos de todas las organizaciones presentes en nuestro país, incluso las religiosas.
Su formación era muy estricta. De hecho, un sociólogo está dotado de la formación necesaria para ser un investigador, así como de la enseñanza de la historia interpretativa. En varios colegios católicos existió como asignatura propiamente tal, pero fue paulatinamente descartada por el Ministerio de Educación, que esgrimía algunos inconvenientes curriculares de difícil comprensión.
Tomemos en cuenta algo significativo y es el hecho de que a algunas autoridades políticas no les convenía un estudiantado con capacidad crítica, sino todo lo contrario, querían jóvenes acostumbrados a obedecer y seguir normas ciegamente. Actualmente, el Ministerio de Educación solo les otorga a los sociólogos un espacio confinado para dictar clases de sociología de la educación en algunos pocos colegios. Si un sociólogo quisiera aplicar para una vacante de historia, inmediatamente el sistema le indica que no es elegible para dicha cátedra.
Confío en que la voluntad de modernización educativa impulsada por la actual ministra le otorgue a los sociólogos mayores espacios para desarrollar sus grandes potencialidades. Hoy en día debiera dictarse en todas las escuelas un curso de metodología de investigación social que un sociólogo está en capacidad de impartir. Luego nos quejamos de que nuestros alumnos no saben investigar ni desarrollar una monografía.
Después de todo, en una sociedad basada en el consumismo desmedido y el culto al mercado, algunos funcionarios carentes de visión se preguntarán: ¿para qué necesitamos un filósofo y mucho menos un sociólogo?
