En las democracias, la política tiene una tendencia pendular natural. A veces gana las elecciones la derecha y otras veces, la izquierda.
El secreto de la estabilidad está en que el péndulo no se radicalice hacia la derecha extrema o hacia la izquierda extrema. Ambas conducen hacia la autocracia destructora de las libertades. Hay quienes pensaron que perder las libertades bajo Pinochet era preferible a perderlas bajo los Castro o Maduro, porque “si no te metes”, en el de la derecha podría funcionar la economía y en el de la izquierda, ni ésa funcionaría.
Pues bien, yo siempre he sentido que gobiernos eficaces para países como el nuestro –que es un país rico lleno de pobres– son los de centro/izquierda, que entienden cómo prender la chispa humana del motor económico, a la vez que gobiernan más dedicados a los sectores vulnerables de la sociedad, procurando eliminar la pobreza extrema y reducir en forma dramática la pobreza. Son los que logran pleno empleo y con ingresos, no tanto de salario mínimo sino salarios de vida, de vida digna, con participación y posibilidades de capitalización... Algo legítimo para conservar.
Repito: si el país –a través de gobiernos humanamente exitosos- evita que el péndulo político gire hacia alguno de los dos extremos ideológicos, se evita que el péndulo vaya de bandazo a bandazo
La tendencia de péndulo latinoamericano ha vuelto a bandazos de izquierda extrema: Cuba, Venezuela, Nicaragua y ahora Perú (próximo a tener un gobernante de extrema izquierda) y Colombia (donde se perfila como ganador un candidato de izquierda radical). Mientras, Ecuador giró hacia la derecha (esperamos no extrema); Brasil y El Salvador también, pero con visos autocráticos claros.
En Panamá, por razones muy nuestras, hemos –a pesar de 21 años de dictadura militar– evitado hasta ahora los bandazos de extrema.
Incluso el dictador Torrijos tenía como lema “ni con la derecha ni con la izuierda; con Panamá”. Agregaría yo “con ambos”, ya que estaban representados en su gobierno gente de izquierda y de derecha. Además, nuestro importante activo internacional (el Canal de Panamá), aún con el vergonzoso “paraguas del Pentágono” y nuestra moneda, el dólar, ha sido factor que “balancea” y, sobre todo, modera naturalmente a los gobernantes electos, evitando la tentación de radicalizarse. Todos estos factores se han traducido, además, en resultados electorales pobrísimos de los candidatos de extrema izquierda.
Fue el vicio de la extrema corrupción de un expresidente de extrema derecha, el que además dejó un hábito de corrupción terrible en los siguientes gobiernos. Todo ésto ha llevado a nuestro electorado a un peligroso punto de hastío y frustración que ha producido un “anti-gobiernismo”, que confronta a todo el estamento político tradicional y constituye un peligro para la democracia.
Las respuestas ciudadanas: el proceso de concertación con base en sus ideas y el proceso para lograr (sin intervención del gobierno) una convocatoria a una constituyente paralela, cumpliendo con la renovación de la institucionalidad, logrando necesarios cambios. Todo ésto, más un nuevo partido de ciudadanos independientes en etapa final de inscripción. Ninguna de estas acciones ciudadanas es “la” solución, pero todas conducen a una ciudadanía empoderada que tendrá posibilidades para influir positivamente para ir logrando cambios.
Cuando el soberano se empodera, trabaja coordinadamente y exige, ¡todo puede cambiar!
El autor es fundador del diario La Prensa
