Para entender la problemática institucional por la que atraviesa la policía nacional como entidad guardadora del orden, es necesario ubicarla en primera instancia en diferentes contextos, desde la policía de “pito y tolete”, pasando por la guardia nacional (1968) y luego la policía en democracia (post invasión).
Es innegable que a partir del golpe de 1968 teniendo como protagonista a Omar Torrijos, por primera vez se piensa en la modernización de este cuerpo castrense y se propone “desde adentro” lo que sería el rol de la guardia nacional atendiendo a ascensos productos del rango, capacidad y autoridad. Es importante anotar que la autoridad es un elemento de suma importancia en los componentes del mando a lo interno de la policía en toda sociedad. Si una persona aparte del rango mantiene cualidades muy particulares ligadas a la valentía o el conocimiento a lo interno de su oficio policial le añade aún más un elemento de respeto frente a la tropa. A pesar de que la policía mantiene un vínculo estrecho con la comunidad a la que pertenece (Gonzalo Jar Couselo. 1995) también es importante reconocer que todo cuerpo policial también mantiene una especie de sub cultura con valores muy intrínsecos los cuales serán aspectos muy importantes como condicionantes de su identidad.
Durante la década de los setenta por ejemplo la policía estuvo muy vinculada al llamado “proceso” que involucró toda una serie de reformas de carácter social que van de la mano también con el plan de descolonización que llevá adelante Torrijos y su equipo. En este periodo la policía no solo va a destacar por su carácter punitivo sino también de investigación razón por la cual se crea el conocido Departamento Nacional de Investigaciones (DENI) que lleva adelante acciones de monitoreo para controlar y minimizar el desarrollo del hampa local.
Toda esta evolución de la institución policial en Panamá no ocurre de manera “per se” sino que también va a responder a nivel regional y al esquema de seguridad nacional impulsada por los EEUU.
A raíz de la invasión de los EEUU a Panamá y la vuelta a la democracia, la Policía Nacional estuvo sujeta a los vaivenes de los gobiernos de turno, quienes tratan de improvisar en planes de seguridad y resocialización que hasta la fecha no han tenido los resultados que la sociedad espera. Uno de los primeros golpes a la estructura de valores y respeto a lo interno de la Policía Nacional se produjo en el gobierno de Ricardo Martinelli, cuando este empieza a nombrar a jefes policiales y comisionados que son de su lealtad política. Les aumenta el salario de “golpe y porrazo” con la única intención de mantener en absoluta lealtad a sus líderes. Mira para otro lado para no ver lo que está aconteciendo con relación al aumento de la ola de delitos.
Este proceso de “clientelismo de Estado” hacia la Policía continuó con el gobierno de Juan Carlos Varela, quien prosiguió con las prebendas hacia la Policía y nombrando a jefes por encima de la antigüedad y conocimientos de muchos de los mandos medios.
Es aquí donde se produce y de manera peligrosa una especie de desautorización por parte de estos mandos medios quienes recalcan la buena vida de los comisionados y subcomisionados, muchos supuestamente ligados a los negocios de introducción de bienes y armas en los sistemas penitenciarios. Ningún policía de bajo rango tiene la posibilidad ni la capacidad de coordinar la red de negocios y favores que se dan a lo interno de las cárceles, sino no tienen el visto bueno de personal de alto rango. Es verdad que la corrupción en las cárceles ocurre en casi todos los países de América Latina, sin embargo, Panamá cuenta con la ventaja de ser un país pequeño en donde se destinan cuantiosos recursos para la seguridad nacional.
No se explica tampoco la razón por la cual existen tantos comisionados y subcomisionados ganando altos salarios sin razón, y la delincuencia y el sicariato siguen en aumento en especial en las zonas urbanas. Otro hecho que es innegable es que la crisis de autoridad de la ¨Policía va también ligada a la crisis de la justicia panameña. Ya lo habría expresado el propio ministro de Seguridad Rolando Mirones “de nada sirve que la policía atrape a los ladrones y homicidas si existen jueces que les otorgan medidas cautelares blandas”. Es innegable que esta situación tiene que ser corregida con la implementación de la justicia efectiva puesto que la acción de jueces de dudosa parcialidad corroe el espíritu pro-activo de los miembros de la Policía.
Antiguos miembros de la llamada Guardia Nacional han manifestado en diferentes medios que la policía actual no realiza ejercicios físicos rutinarios como antes. Existe una obesidad notoria entre muchos miembros de la institución policial que no está acorde con su perfil relacionado a la seguridad ciudadana. Se ha pasado de una policía de recorrido comunitario a una policía sedentaria ( patrullajes en autos con aires acondicionados). Es una verdad a voces que mientras exista una crisis de legitimación del Estado que se deriva de su incapacidad para ofrecer niveles satisfactorios de bienestar social y seguridad, también existirá el aumento de la incompetencia de las instituciones policiales que se profundizarán en la medida en que la improvisación y la politiquería prevalezcan.
El autor es sociólogo y docente panameño

