Una palabra constantemente usada últimamente en Panamá es “desigualdad” y que somos el sexto país más desigual del mundo. Cosa que me preocupa pues se puede estar generando una epidemia innecesaria, ya que la metodología de medir la desigualdad por ingresos, el coeficiente Gini, no es verdaderamente representativo de la realidad de la economía de un país. Su medida y clasificación debe tomarse subjetivamente.
A mayor coeficiente Gini, existe más desigualdad, pero esta se basa en los ingresos económicos, exclusivamente. Un índice de Gini basado en los ingresos individuales es diferente a un índice de Gini basado en los ingresos de los hogares del mismo país. Como resultado, la clasificación de los países cambia, dependiendo de si el índice se basa en los ingresos de los hogares o en los ingresos individuales, creando cierta subjetividad en su uso e interpretación.
El ingreso del sector informal también se excluye de la medición de la desigualdad del ingreso utilizada para el índice de Gini. En la mayoría de los países en desarrollo, el sector informal representa un gran porcentaje del empleo. En ciertos casos, los ingresos o riqueza pueden existir en diferentes formas distintas al dinero, como la posesión de tierras y/o ciertos recursos naturales. Los países también tienen diferentes regímenes de impuestos sobre la renta; regresiva, proporcional y progresiva, siendo algunos más redistributivos que otros.
Además, el índice de Gini es una medida relativa que no logra capturar las diferencias absolutas en los ingresos. Es posible que el índice de Gini de un país aumente debido a la creciente desigualdad de ingresos, mientras que el número de personas que viven en la pobreza absoluta en realidad está disminuyendo. Esto se debe a que el índice de Gini viola el principio que la desigualdad puede aumentar con un aumento de todos los ingresos en una sociedad determinada. O sea, un coeficiente de Gini podría disminuir mientras los pobres se empobrecen y aumentar mientras todos se enriquecen.
Interesante es observar que dos países podrían tener diferentes distribuciones de ingresos, pero el mismo índice de Gini. Por ejemplo, en un país donde el 50% de las personas no tienen ingresos y el otro 50% de las personas tienen ingresos iguales, el índice de Gini es 0.5. En otro escenario, donde el 75% de las personas sin ingresos representan el 25% del ingreso total de un país, y el 25% superior de las personas con ingresos representan el 75% del ingreso total del país, el índice de Gini también será 0.5. A modo de ejemplo, Guinea y Canadá comparten el mismo coeficiente de Gini, 0.34, lo que sugiere niveles similares de desigualdad. Pero sus niveles reales de pobreza son muy diferentes; El ingreso nacional bruto per cápita de Canadá es 38 veces mayor que el de Guinea . O sea, que el índice de Gini podría ser engañoso al centrarse en distribuciones de ingresos relativos en lugar de niveles reales de pobreza y prosperidad.
El índice de Gini tampoco captura los beneficios sociales destinadas a reducir la desigualdad entre ricos y pobres. Las viviendas subsidiadas (Bono Solidario), los servicios públicos, el combustible, la atención médica, la educación y las subvenciones sociales para los vulnerables (red de oportunidades) son medidas que subsidian los ingresos de los hogares, reduciendo en cierta medida la desigualdad de ingresos.
En conclusión, los indicadores de Gini deben tomarse con un grano de sal al evaluar la desigualdad. Para formar una imagen más realista debemos mirar, además de Gini, otros indicadores que pueden revelar más sobre los activos y la distribución de la riqueza en un país, y la desigualdad no relacionada con los ingresos, como el acceso a educación de calidad, salud, seguridad social y un sistema judicial justo.
Panamá tiene el ingreso per cápita y el salario mínimo mas alto de la región. Por lo que la desigualdad en Panamá puede ser más en otros temas que en el de los ingresos económicos indicados por el coeficiente Gini. Y, definitivamente, prefiero tener un país con alta desigualdad y un alto ingreso promedio a baja desigualdad y un bajo ingreso promedio.
Y eso se logra teniendo una buena educación promovida por el Gobierno junto a la institucionalidad y leyes con reglas claras que animen a los locales y extranjeros a tener fe en Panamá, e invertir fortaleciendo nuestra economía, generando empleomanía y reduciendo la pobreza; el cáncer de nuestra sociedad.
El autor es empresario
